LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE
Por Carlos Fermín
Quizás después de morir, vuelves a la juventud por unos escasos minutos, y puedes recorrer los lugares cercanos a tu lecho de muerte que más te agradaban, mientras observas en silencio a las personas que te acompañaron en vida, hasta que finalmente un ser querido, amigo o familiar te sueña o te piensa de forma inconsciente y te lleva a gravitar en la luz divina. Luego, esos seres queridos te ayudan a ascender a la paz celestial del Universo mediante un rito, una plegaria, una misa o cualquier otra expresión litúrgica que permita recordar a esa persona.
¿Qué es la vida? ¿Acaso vivimos un sueño? ¿Existe la vida después de la muerte? ¿Es posible que la mente sea la gran responsable de crear la vida y la muerte o el cielo y el infierno? ¿Qué cosa somos en realidad?
Un cuarto para las tres de la madrugada, la hora en que el acordeón se escuchaba a lo lejos, y el justo momento en que se encendió la luz del firmamento. Tan sólo unos minutos antes, estaba inmerso en un tornado inconciente que veía, sentía y caminaba conforme yo le otorgaba la capacidad de ver, sentir y caminar. ¿Acaso soñaba despierto? ¿Era parte de un viaje astral o un desdoblamiento? Creo que nunca lo sabré, pero siempre recordaré lo que allí pasaba por mi mente. Situado casi en el medio del largo pasillo, entre mucha oscuridad y el frío de la madrugada, tuve que reconocer su presencia tras salir de mi habitación, para evitar que entrara en las recámaras del pasado en retrospectiva. Su estacionario recorrido por el pasillo de la confusión, quedaba impregnado en ese intenso momento.
¿Qué es la vida? ¿Acaso vivimos un sueño? ¿Existe la vida después de la muerte? ¿Es posible que la mente sea la gran responsable de crear la vida y la muerte o el cielo y el infierno? ¿Qué cosa somos en realidad?
Un cuarto para las tres de la madrugada, la hora en que el acordeón se escuchaba a lo lejos, y el justo momento en que se encendió la luz del firmamento. Tan sólo unos minutos antes, estaba inmerso en un tornado inconciente que veía, sentía y caminaba conforme yo le otorgaba la capacidad de ver, sentir y caminar. ¿Acaso soñaba despierto? ¿Era parte de un viaje astral o un desdoblamiento? Creo que nunca lo sabré, pero siempre recordaré lo que allí pasaba por mi mente. Situado casi en el medio del largo pasillo, entre mucha oscuridad y el frío de la madrugada, tuve que reconocer su presencia tras salir de mi habitación, para evitar que entrara en las recámaras del pasado en retrospectiva. Su estacionario recorrido por el pasillo de la confusión, quedaba impregnado en ese intenso momento.
Tras impedirle el errático sonambulismo existencial, por un momento pensé en regresar de nuevo a mi habitación. Sin embargo, decidí caminar hasta donde se encontraba, incluso tuve la oportunidad de traspasar su cuerpo y experimentar quien sabe que cosa extraña. No obstante, opté por pararme frente a su iluminado arquetipo de plástico. Lentes, juventud y timidez. Toda la escena era en blanco y negro, era como si el pasado cobraba vida y todo tenia que ocurrir de forma natural.
Acorralando fijamente su mirada, le empiezo a decir varias veces y de forma abrupta ¡NO! Él deseaba seguir pernoctando en el pasillo. Yo le decía lo que sentía en ese momento, por eso le insistí que no debía continuar en el laberinto del limbo. No sé que me alentaba a interactuar con su destino, en el que pasaba todo lo que tenía que pasar.
No había maldad ni mucho menos. Aunque emanaba pureza del alma también se vislumbraba cierta incredulidad de su parte. Odio tener que reconocerlo, pero su cuerpo era físicamente humano. Era como una imagen transparente con luz vaporizada. Tras decirle que ya no había razón para seguir en el pasillo, hice que retrocediera y fui llevando con las palabras su extravagante figura hasta el cuarto del escapulario, en el que dormían mis recuerdos infantiles al final del pasillo, y donde se halla un pequeño altar santificado frente al espejo de la peinadora.
Yo fui conduciendo su andar hasta el mencionado cuarto. No hubo resistencia y tampoco tuve contacto físico con su cuerpo. Le decía con el poder psíquico del pensamiento que fuera hasta ese cuarto, y sentía que las palabras surtían el efecto buscado. Mientras entraba al cuarto, le empecé a transmitir confianza diciéndole que allí resplandecía la luz, que descansaría en paz y frases por el estilo. Se lo decía varias veces al tiempo que finalmente entró al cuarto, y con mucha sutileza cerré la puerta y me fui del lugar.
Acorralando fijamente su mirada, le empiezo a decir varias veces y de forma abrupta ¡NO! Él deseaba seguir pernoctando en el pasillo. Yo le decía lo que sentía en ese momento, por eso le insistí que no debía continuar en el laberinto del limbo. No sé que me alentaba a interactuar con su destino, en el que pasaba todo lo que tenía que pasar.
No había maldad ni mucho menos. Aunque emanaba pureza del alma también se vislumbraba cierta incredulidad de su parte. Odio tener que reconocerlo, pero su cuerpo era físicamente humano. Era como una imagen transparente con luz vaporizada. Tras decirle que ya no había razón para seguir en el pasillo, hice que retrocediera y fui llevando con las palabras su extravagante figura hasta el cuarto del escapulario, en el que dormían mis recuerdos infantiles al final del pasillo, y donde se halla un pequeño altar santificado frente al espejo de la peinadora.
Yo fui conduciendo su andar hasta el mencionado cuarto. No hubo resistencia y tampoco tuve contacto físico con su cuerpo. Le decía con el poder psíquico del pensamiento que fuera hasta ese cuarto, y sentía que las palabras surtían el efecto buscado. Mientras entraba al cuarto, le empecé a transmitir confianza diciéndole que allí resplandecía la luz, que descansaría en paz y frases por el estilo. Se lo decía varias veces al tiempo que finalmente entró al cuarto, y con mucha sutileza cerré la puerta y me fui del lugar.
Debo reconocer que en ese momento yo era "consciente inconsciente". Aunque pudiera afirmar simplemente que estaba soñando, yo fui el que decidió despertar luego de dejarla en el cuarto. Simplemente no quise saber más nada de la situación presentada. Lo cierto es que tras reaccionar, veo que las manecillas del reloj indicaban las dos y cincuenta y siete de la mañana, por lo que ante esa atípica realidad palpada, lo primero que se me ocurrió fue pararme y encender la luz de mi cuarto, como un simbolismo positivo de lo que había experimentado.
Tras volverme a dormir más por la incredulidad que por el deseo de hallar respuestas. Me levanté a las siete y media de la mañana, con mucha perplejidad de lo que aparentemente ocurrió en el misterioso pasillo. Una hora más tarde, corrí a la casa de mis padres para contarles lo ocurrido, y los encuentro con lágrimas en los ojos por el fallecimiento de un ser querido, que yo no conocí en vida, pero había sido una gran amistad para mis papás durante un largo período.
Cuando estaba en la capilla, sus familiares me mostraron una foto en blanco y negro de esa persona atravesando su juventud, coincidiendo con la figura observada apenas horas antes en aquel extraño sueño. Lo más insólito, es que me informaron que había fallecido alrededor de las tres de la mañana. Pese a ser una sorpresa, decidí no contárselo a nadie, ya que podría haberse mal interpretado lo que me pasó, sobre todo, porque son experiencias muy sensibles en las que estamos emocionalmente expuestos, y mi intención no era generar angustia o desasosiego a los presentes.
Tras volverme a dormir más por la incredulidad que por el deseo de hallar respuestas. Me levanté a las siete y media de la mañana, con mucha perplejidad de lo que aparentemente ocurrió en el misterioso pasillo. Una hora más tarde, corrí a la casa de mis padres para contarles lo ocurrido, y los encuentro con lágrimas en los ojos por el fallecimiento de un ser querido, que yo no conocí en vida, pero había sido una gran amistad para mis papás durante un largo período.
Cuando estaba en la capilla, sus familiares me mostraron una foto en blanco y negro de esa persona atravesando su juventud, coincidiendo con la figura observada apenas horas antes en aquel extraño sueño. Lo más insólito, es que me informaron que había fallecido alrededor de las tres de la mañana. Pese a ser una sorpresa, decidí no contárselo a nadie, ya que podría haberse mal interpretado lo que me pasó, sobre todo, porque son experiencias muy sensibles en las que estamos emocionalmente expuestos, y mi intención no era generar angustia o desasosiego a los presentes.
Dicha situación me ha hecho cuestionar y replantear distintos aspectos de la vida. Pese a ser consabido que nunca descubriremos los secretos verdaderos que esconde el origen del Universo, y por ende, jamás sabremos la razón de nuestra existencia, también pienso en qué es real y qué es realmente real dentro de la realidad que vivimos. El escepticismo obliga a desestimar los testimonios que aseguran haber conllevado experiencias cercanas a la muerte, ya que muchas veces es el resultado de trances, alucinaciones, drogas y hasta de situaciones cotidianas que yuxtaponemos sin aparente conciencia.
Seamos sinceros, lo narrado no pretende iniciar una discusión meramente religiosa, científica o ateísta, ni tampoco busca sortear una univoca repuesta del destino. Creemos que cuando pasamos por hechos asombrosos e inexplicables, debemos aprovechar la oportunidad para confrontar lo que somos dentro del cosmos. ¿Será cierto que después de morir hay un poquito de vida vagando a nuestro alrededor? ¿Podría ser que la mente y nuestras creencias le dan la forma y el fondo a la realidad que vivimos? Todo lo que pasó en ese frío pasillo, ocurrió en menos de un minuto, y todavía puedo recordar la sensación de desdoblamiento en mi ser.
Le doy gracias al Universo por haberme dado la valentía y el coraje de enfrentar ese atípico momento, y no haber huido por simple temor de experimentar lo incierto. Nadie es dueño de la verdad, por lo que el factor desconocido que aguarda a la vida en el planeta Tierra, es la gran confusión que nos invita a seguir soñando, imaginando y afirmando que nada es producto de la casualidad.
[email protected]
ekologia.com.ve
Seamos sinceros, lo narrado no pretende iniciar una discusión meramente religiosa, científica o ateísta, ni tampoco busca sortear una univoca repuesta del destino. Creemos que cuando pasamos por hechos asombrosos e inexplicables, debemos aprovechar la oportunidad para confrontar lo que somos dentro del cosmos. ¿Será cierto que después de morir hay un poquito de vida vagando a nuestro alrededor? ¿Podría ser que la mente y nuestras creencias le dan la forma y el fondo a la realidad que vivimos? Todo lo que pasó en ese frío pasillo, ocurrió en menos de un minuto, y todavía puedo recordar la sensación de desdoblamiento en mi ser.
Le doy gracias al Universo por haberme dado la valentía y el coraje de enfrentar ese atípico momento, y no haber huido por simple temor de experimentar lo incierto. Nadie es dueño de la verdad, por lo que el factor desconocido que aguarda a la vida en el planeta Tierra, es la gran confusión que nos invita a seguir soñando, imaginando y afirmando que nada es producto de la casualidad.
[email protected]
ekologia.com.ve