PRELUDIO
Por Carlos Fermín
Y pensar que el día, algún día sería la noche taciturna, que nos adentraría en la magia de la desconocida introspección. Apaciguando su llanto, se navegaba por las misteriosas aguas profundas del saber. Pedir una explicación, le otorgaba el derecho a la duda existencial de seguir adelante o escapar en alta mar.
Conociendo su historial de errores, debimos anclar el alma y gritar a los cuatro vientos ese dolor, que eternamente nos alejaba de la marea. Soñando despierto, quise olvidarme de mi pasado. Sólo conseguí lanzar una moneda al aire y nunca más saber de ella. Ahora, miro a mi alrededor y le doy un trueque al abismo de sus etéreos deseos.
El tiempo pasó frente a mis ojos, y la confusión se apoderó nuevamente del destino. Sin balas por cargar, decidí caminar por el afer de las manecillas, que me hacían olvidar lo que un día fui y obligaban a recordar lo que no llegaré a ser. Eclipsando el Sol, un profuso aliento me hizo teñir el cielo de colores, para ocultar esas legendarias heridas que a flor de piel se cruzaban por la mente.
Preso en las batallas de siempre, las luces me ahogaban más y más, hasta perderme en la ansiedad de lo desconocido. Así, entendí que nada está escrito en la vida y cada quien es dueño de elevar sus lágrimas muy lejos del oleaje. Tan simple, pero tan cierto. No sé si el tiempo me otorgue la razón. No sé si la razón me otorgue el tiempo necesario para revelarlo.
Tras tocar fondo, nos despertamos presos del instinto natural de jamás darnos por vencido. El amor en su máxima expresión. La osadía de volvernos a ver, será una promesa por pagar en retrospectiva.
Ya en tierra firme, tuve que girar del timonel, para no vivir de su recuerdo y la ilusión de un voraz futuro por descubrir.
[email protected]
http://ekologia.com.ar/
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Conociendo su historial de errores, debimos anclar el alma y gritar a los cuatro vientos ese dolor, que eternamente nos alejaba de la marea. Soñando despierto, quise olvidarme de mi pasado. Sólo conseguí lanzar una moneda al aire y nunca más saber de ella. Ahora, miro a mi alrededor y le doy un trueque al abismo de sus etéreos deseos.
El tiempo pasó frente a mis ojos, y la confusión se apoderó nuevamente del destino. Sin balas por cargar, decidí caminar por el afer de las manecillas, que me hacían olvidar lo que un día fui y obligaban a recordar lo que no llegaré a ser. Eclipsando el Sol, un profuso aliento me hizo teñir el cielo de colores, para ocultar esas legendarias heridas que a flor de piel se cruzaban por la mente.
Preso en las batallas de siempre, las luces me ahogaban más y más, hasta perderme en la ansiedad de lo desconocido. Así, entendí que nada está escrito en la vida y cada quien es dueño de elevar sus lágrimas muy lejos del oleaje. Tan simple, pero tan cierto. No sé si el tiempo me otorgue la razón. No sé si la razón me otorgue el tiempo necesario para revelarlo.
Tras tocar fondo, nos despertamos presos del instinto natural de jamás darnos por vencido. El amor en su máxima expresión. La osadía de volvernos a ver, será una promesa por pagar en retrospectiva.
Ya en tierra firme, tuve que girar del timonel, para no vivir de su recuerdo y la ilusión de un voraz futuro por descubrir.
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