EL EFECTO CONTAMINANTE DE LA PIROTECNIA
Por Carlos Fermín
Quien juega con las llamas del fuego siempre se quema el alma en retrospectiva. El paso del tiempo no garantiza la aprehensión de la experiencia, del conocimiento y de la sabiduría, que pacifique la mente y el corazón de la belicista ciudadanía venezolana. Juramos una y mil veces no cometer los mismos errores del pasado, intentando cambiar el destino con doce sagradas uvas de medianoche, que se vestirán de ángeles para develar la sapiencia del incierto futuro por recorrer.
Nuestro querido y olvidado planeta Tierra, siempre ha tenido que lidiar con la mano opresiva del Hombre, quien con una serie de ritos, supersticiones y ceremonias a escala global, se encarga de profanar la paz verde de la Naturaleza. Es triste que la multiculturalidad de los pueblos, sea capaz de atentar contra el pensamiento crítico de sus habitantes. Cada día, vamos glorificando la muerte e irrespetando el derecho a convivir en santa paz, por el embrutecimiento existencial de propios y extraños, que los mantiene presos en rivalidades, animosidades y enemistades.
Precisamente, la pirotecnia es el material explosivo fabricado para montajes artísticos, estrategias militares o eventos recreacionales. Su elaboración radica en la pólvora, vista como la mezcla inflamable de elementos químicos (salitre, azufre y carbón), que al recibir cierto nivel de calor, desprende una gran cantidad de gases tóxicos en el Medio Ambiente y perjudica la salud de los Seres Humanos. La pirotecnia es un mal omnipresente que conspira al asistir a bodas, conciertos musicales, encuentros deportivos, ferias callejeras, actos religiosos, discotecas, mítines políticos y fiestas infantiles.
Vemos que su uso es frecuente en cada rincón del Mundo, siendo un grave problema oculto en la realidad que afronta la Sociedad Moderna. Sin embargo, el empleo de la pirotecnia se intensifica durante el mes de diciembre, por las celebraciones en espera del año nuevo. Entre fuegos artificiales, cohetes y petardos que perturban la santidad del aire, se observa la eterna complicidad de las empresas que producen y distribuyen el material explosivo, los organismos judiciales que legalizan la ilegalidad, y las personas que compran todos los productos que contaminan el entorno.
Pese a que parezcan inofensivos, coloridos y atractivos de apreciar en horas nocturnas, esconden la mano ensangrentada del ecocidio. Recordemos que existe una perversa campaña de marketing detrás de la pirotecnia, orquestada por los canales de TV, programas radiales y ciber-medios, que crean la necesidad de consumo en los televidentes, radioescuchas e internautas. Por décadas, nos han obligado a creer que el producto pirotécnico es un regalo familiar para compartir en época navideña, a través de la transmisión de engaños publicitarios que atrapan el poder adquisitivo de las inocentes víctimas, y castigan la religiosidad de una sionista mentira.
Nuestro querido y olvidado planeta Tierra, siempre ha tenido que lidiar con la mano opresiva del Hombre, quien con una serie de ritos, supersticiones y ceremonias a escala global, se encarga de profanar la paz verde de la Naturaleza. Es triste que la multiculturalidad de los pueblos, sea capaz de atentar contra el pensamiento crítico de sus habitantes. Cada día, vamos glorificando la muerte e irrespetando el derecho a convivir en santa paz, por el embrutecimiento existencial de propios y extraños, que los mantiene presos en rivalidades, animosidades y enemistades.
Precisamente, la pirotecnia es el material explosivo fabricado para montajes artísticos, estrategias militares o eventos recreacionales. Su elaboración radica en la pólvora, vista como la mezcla inflamable de elementos químicos (salitre, azufre y carbón), que al recibir cierto nivel de calor, desprende una gran cantidad de gases tóxicos en el Medio Ambiente y perjudica la salud de los Seres Humanos. La pirotecnia es un mal omnipresente que conspira al asistir a bodas, conciertos musicales, encuentros deportivos, ferias callejeras, actos religiosos, discotecas, mítines políticos y fiestas infantiles.
Vemos que su uso es frecuente en cada rincón del Mundo, siendo un grave problema oculto en la realidad que afronta la Sociedad Moderna. Sin embargo, el empleo de la pirotecnia se intensifica durante el mes de diciembre, por las celebraciones en espera del año nuevo. Entre fuegos artificiales, cohetes y petardos que perturban la santidad del aire, se observa la eterna complicidad de las empresas que producen y distribuyen el material explosivo, los organismos judiciales que legalizan la ilegalidad, y las personas que compran todos los productos que contaminan el entorno.
Pese a que parezcan inofensivos, coloridos y atractivos de apreciar en horas nocturnas, esconden la mano ensangrentada del ecocidio. Recordemos que existe una perversa campaña de marketing detrás de la pirotecnia, orquestada por los canales de TV, programas radiales y ciber-medios, que crean la necesidad de consumo en los televidentes, radioescuchas e internautas. Por décadas, nos han obligado a creer que el producto pirotécnico es un regalo familiar para compartir en época navideña, a través de la transmisión de engaños publicitarios que atrapan el poder adquisitivo de las inocentes víctimas, y castigan la religiosidad de una sionista mentira.
Creemos que la pirotecnia refleja la longeva indiferencia ecológica de la gente, en dejar que sus atónitos ojos disfruten el brillo de un espectáculo, que se pierde en la oscuridad de la ignorancia. No importa que generen vistosos destellos, chispas, lluvia de estrellas, humo o figuras geométricas, cuando la repetitiva mala costumbre de cada año, hace que paguen justos por pecadores. Si las reglas de juego son un resplandeciente calvario para la Pachamama, debido al egoísmo y la negativa de los individuos en cambiar su atroz modo de vida, tan sólo nos queda demostrar que los ardientes dardos sensoriales, corrompen la biodiversidad, los ecosistemas, los recursos naturales, y la cotidianidad de la Humanidad.
Aunque visualmente los productos pirotécnicos se disipan en el aire, sus efectos perjudiciales siguen reluciendo en el ambiente. Los gases nocivos de la pólvora intoxican a las personas mediante alergias, náuseas y sordera temporal. Contaminan zonas vulnerables de interés colectivo, como cultivos agrícolas, embalses de agua y áreas verdes protegidas. Afectan el comportamiento de aves rapaces nocturnas como búhos, lechuzas y mochuelos, que se sienten amenazados y desorientados dentro de sus hábitats de supervivencia. Mientras que animales de compañía como los perros y los gatos, se muestran intimidados por la furia de los estallidos, llegando a ladrar y maullar con gran insistencia.
Es consabido que las mascotas sufren muchísimo y se estresan por el interminable escándalo, pudiendo escapar del hogar y ser atropellados en la calle, desarrollar una repentina ansiedad o excesivo miedo, mostrar un comportamiento agresivo y desconocer la autoridad de sus dueños, o hasta experimentar cambios drásticos en el ritmo cardíaco que produzcan su inevitable muerte. Por eso, hay que estar pendiente del lenguaje corporal que exhiben las mascotas ante el bullicio de los fuegos artificiales, y en dado caso, aislarlos provisionalmente en un cuarto o espacio cerrado de la casa, en el que tengan agua y comida para que se sientan seguros, y donde se reduzca el impacto acústico proveniente del exterior.
En paralelo, las detonaciones pirotécnicas generan contaminación sónica que aturde la razón y destruye la posibilidad de celebrar en un clima de respeto al prójimo y armonía ciudadana. El fastidio de escuchar una y otra vez el bombardeo de los fuegos artificiales, sigue demostrando la impunidad ambiental que padecemos a diario. De hecho, no todos los individuos festejan la llegada del año nuevo, ya sea por motivos personales, religiosos o laborales que compliquen el goce de esas fechas. A su vez, hay personas con discapacidades físicas o mentales que necesitan estar en quietud o en absoluto reposo, por lo que la estruendosa pirotecnia deteriora la salud de los enfermos.
La apología de guerra y el descontrol social ocasionado por el alboroto de la pirotecnia, está directamente asociado con el consumo de bebidas alcohólicas, sustancias psicotrópicas y desinhibiciones, que afligen el civismo y el buen juicio de la población. Al instante de lanzar los fuegos artificiales, se produce un caos urbano que es aprovechado por la delincuencia, para perpetrar robos, hurtos y saqueos de locales comerciales. La histeria colectiva se paga en accidentes automovilísticos, agresiones sexuales y hasta en la muerte. Todo por un momento de locura que enlutó el discernir de la gente.
Aunque visualmente los productos pirotécnicos se disipan en el aire, sus efectos perjudiciales siguen reluciendo en el ambiente. Los gases nocivos de la pólvora intoxican a las personas mediante alergias, náuseas y sordera temporal. Contaminan zonas vulnerables de interés colectivo, como cultivos agrícolas, embalses de agua y áreas verdes protegidas. Afectan el comportamiento de aves rapaces nocturnas como búhos, lechuzas y mochuelos, que se sienten amenazados y desorientados dentro de sus hábitats de supervivencia. Mientras que animales de compañía como los perros y los gatos, se muestran intimidados por la furia de los estallidos, llegando a ladrar y maullar con gran insistencia.
Es consabido que las mascotas sufren muchísimo y se estresan por el interminable escándalo, pudiendo escapar del hogar y ser atropellados en la calle, desarrollar una repentina ansiedad o excesivo miedo, mostrar un comportamiento agresivo y desconocer la autoridad de sus dueños, o hasta experimentar cambios drásticos en el ritmo cardíaco que produzcan su inevitable muerte. Por eso, hay que estar pendiente del lenguaje corporal que exhiben las mascotas ante el bullicio de los fuegos artificiales, y en dado caso, aislarlos provisionalmente en un cuarto o espacio cerrado de la casa, en el que tengan agua y comida para que se sientan seguros, y donde se reduzca el impacto acústico proveniente del exterior.
En paralelo, las detonaciones pirotécnicas generan contaminación sónica que aturde la razón y destruye la posibilidad de celebrar en un clima de respeto al prójimo y armonía ciudadana. El fastidio de escuchar una y otra vez el bombardeo de los fuegos artificiales, sigue demostrando la impunidad ambiental que padecemos a diario. De hecho, no todos los individuos festejan la llegada del año nuevo, ya sea por motivos personales, religiosos o laborales que compliquen el goce de esas fechas. A su vez, hay personas con discapacidades físicas o mentales que necesitan estar en quietud o en absoluto reposo, por lo que la estruendosa pirotecnia deteriora la salud de los enfermos.
La apología de guerra y el descontrol social ocasionado por el alboroto de la pirotecnia, está directamente asociado con el consumo de bebidas alcohólicas, sustancias psicotrópicas y desinhibiciones, que afligen el civismo y el buen juicio de la población. Al instante de lanzar los fuegos artificiales, se produce un caos urbano que es aprovechado por la delincuencia, para perpetrar robos, hurtos y saqueos de locales comerciales. La histeria colectiva se paga en accidentes automovilísticos, agresiones sexuales y hasta en la muerte. Todo por un momento de locura que enlutó el discernir de la gente.
No hay que viajar hasta las calles de China, México y España, para presenciar fiestas, concursos y desfiles, donde se arrojan miles de fuegos artificiales, que provocan incendios de fábricas, camiones y almacenes proveedores de pirotecnia, dejando anualmente decenas de cadáveres a su paso. Es común que en Venezuela y el resto de países de Suramérica, se vendan “juegos pirotécnicos”, con nombres chistosos como King Kong, Pinocho, Salta Perico, Matasuegra, Tumba Rancho, Martillito, Cebollón, Taz Boom, Súper Flor Coloreada y Trueno Mecha, buscando que los jóvenes sean parte de la macabra diversión, y lo que es peor, disfrazando el delito que altera el sano crecimiento de la infancia.
No olvidemos que en el año 2013 se prohibieron los llamados “globos de deseos” en Caracas, por ser elementos de combustible sólido con un alto riesgo de avivar incendios. En sinergia, los artículos 92 y 262 de la Ley Orgánica para la Protección de niños, niñas y adolescentes (LOPNA), prohíben la venta y suministro de fuegos artificiales a los menores de edad, y castiga con pena de prisión y cierre de establecimiento a quienes les faciliten los explosivos. Muchos padres irresponsables dejan que sus hijos controlen los explosivos en el patio de las casas, en plena vía pública, en estacionamientos residenciales y en demás áreas urbanas, sin considerar las lesiones a las que se exponen los niños (quemaduras, amputación de dedos, aturdimiento, traumas psicológicos). Es trágico que una gran cantidad de jóvenes deban despertar el 25 de diciembre o el 1 de enero, en la fría camilla de un centro clínico u hospitalario, a causa de los imperdonables descuidos que protagonizan los adultos, en detrimento de la integridad de sus hiperactivos chamos.
Ahora es frecuente ver a los muchachos grabar con la cámara del teléfono celular, el momento en que hacen explotar el aparato pirotécnico, después lo suben a la Internet y es compartido en las redes sociales o en páginas de videos. Ellos se trasladan a zonas naturales cercanas a sus localidades, como parques, terrenos abandonados y campos rurales, para provocar allí la detonación de la pirotecnia. No se dan cuenta que están destruyendo la capa vegetal, y corriendo el riesgo de incinerar toda el área fértil, debido a la acción del clima, la variación de la temperatura y la alteración del suelo, por la presencia de agentes químicos contaminantes.
Los jóvenes asocian la pólvora de los artefactos pirotécnicos con armas de fuego (rifles, pistolas y escopetas), siendo un mensaje perjudicial que se incrementa al coligarlo con otras horribles tradiciones, como la “quema de monigotes o Año Viejo” que aumenta el deseo de venganza en los chicos. Lo más triste, es que esas costumbres se solidifican de generación en generación, promoviendo la intolerancia en el entorno social y desencadenando casos de violencia intrafamiliar, de Bullying y de discriminación de género. Nos duele apreciar que cada día crecen las denuncias por acoso escolar en los colegios, por maltrato a la mujer en el hogar, por irrespeto a los abuelos, por hostigamiento laboral, por saqueo vandálico de locales comerciales, y por la quema de árboles patrimoniales para protestar en las guarimbas. La tendencia negativa se sigue afianzando, junto al libre albedrío de comprar y vender los aparatos pirotécnicos.
No olvidemos que en el año 2013 se prohibieron los llamados “globos de deseos” en Caracas, por ser elementos de combustible sólido con un alto riesgo de avivar incendios. En sinergia, los artículos 92 y 262 de la Ley Orgánica para la Protección de niños, niñas y adolescentes (LOPNA), prohíben la venta y suministro de fuegos artificiales a los menores de edad, y castiga con pena de prisión y cierre de establecimiento a quienes les faciliten los explosivos. Muchos padres irresponsables dejan que sus hijos controlen los explosivos en el patio de las casas, en plena vía pública, en estacionamientos residenciales y en demás áreas urbanas, sin considerar las lesiones a las que se exponen los niños (quemaduras, amputación de dedos, aturdimiento, traumas psicológicos). Es trágico que una gran cantidad de jóvenes deban despertar el 25 de diciembre o el 1 de enero, en la fría camilla de un centro clínico u hospitalario, a causa de los imperdonables descuidos que protagonizan los adultos, en detrimento de la integridad de sus hiperactivos chamos.
Ahora es frecuente ver a los muchachos grabar con la cámara del teléfono celular, el momento en que hacen explotar el aparato pirotécnico, después lo suben a la Internet y es compartido en las redes sociales o en páginas de videos. Ellos se trasladan a zonas naturales cercanas a sus localidades, como parques, terrenos abandonados y campos rurales, para provocar allí la detonación de la pirotecnia. No se dan cuenta que están destruyendo la capa vegetal, y corriendo el riesgo de incinerar toda el área fértil, debido a la acción del clima, la variación de la temperatura y la alteración del suelo, por la presencia de agentes químicos contaminantes.
Los jóvenes asocian la pólvora de los artefactos pirotécnicos con armas de fuego (rifles, pistolas y escopetas), siendo un mensaje perjudicial que se incrementa al coligarlo con otras horribles tradiciones, como la “quema de monigotes o Año Viejo” que aumenta el deseo de venganza en los chicos. Lo más triste, es que esas costumbres se solidifican de generación en generación, promoviendo la intolerancia en el entorno social y desencadenando casos de violencia intrafamiliar, de Bullying y de discriminación de género. Nos duele apreciar que cada día crecen las denuncias por acoso escolar en los colegios, por maltrato a la mujer en el hogar, por irrespeto a los abuelos, por hostigamiento laboral, por saqueo vandálico de locales comerciales, y por la quema de árboles patrimoniales para protestar en las guarimbas. La tendencia negativa se sigue afianzando, junto al libre albedrío de comprar y vender los aparatos pirotécnicos.
Cada año los cuerpos policiales prometen realizar supuestos operativos y labores de patrullaje, con el fin de prohibir la venta de pirotecnia en lugares clandestinos y zonas metropolitanas. Nos aseguran que existen leyes vigentes que autorizan la confiscación de los productos explosivos, y la apertura de un proceso judicial a quienes no cumplan con los respectivos permisos legales. Pero, como por arte de magia, cuando llegan los últimos días del mes de diciembre, siempre aparecen muchísimos revendedores y especuladores, que se aprovechan del marco de ilegalidad observable, para vender sus artefactos en las principales avenidas, plazas y parques de nuestras ciudades.
Ya ni siquiera esconden el material inflamable en galpones, sino que los guardan en sus propias casas, pudiendo llegar a explotar e incendiar las viviendas de todo el vecindario. Para colmo, los miles de kilogramos de pirotecnia que eventualmente son decomisados por los entes policiales, luego son llevados a espacios abiertos para realizar una explosión controlada, lo que en términos ambientales, genera el mismo impacto ecológico negativo que comentamos con anterioridad. Queda claro que el legendario complot entre el gato y el ratón, es un lucrativo negocio que se demuestra con la excesiva pólvora lanzada en la finalización del año.
Todos sabemos que la gente utiliza la pirotecnia, como un mecanismo de defensa, para sacarse las frustraciones, los problemas y las humillaciones que se acumulan con el correr de los años. La desobediencia de generar un gran bullicio mediante la explosión continua de productos pirotécnicos, es una actitud simplista para agrandar el ego de cara al nuevo año por enfrentar. No obstante, es triste ver lo golpeado que queda nuestro Medio Ambiente, después de tanta borrachera, juerga y estupidez. Entre miles de latas de cervezas y chapitas sueltas que invaden las calles, el peligro de las botellas de vidrio rotas que caen en las aceras, y los fragmentos sobrantes de los materiales explosivos, dejan un entorno muy contaminado y lastimado por la inconciencia social de los habitantes. Tampoco existen políticas ambientales que permitan reciclar todo ese atroz consumismo y convertirlo en una oportunidad de desarrollo socio-productivo las comunidades.
Aunque será inevitable que la gente encienda el veneno de la pirotecnia a finales del año, usted debe asumir el rol de buen ciudadano, y denunciar la venta ilegal de explosivos, llamando por teléfono o visitando las instalaciones del Cuerpo de Bomberos o de la Policía Municipal de su localidad. Así, no serás cómplice del ecocidio en contra de la Pachamama. Es innecesario emplear fuegos artificiales para disfrutar los días de asueto. Una mejor opción, es ayudar a todas esas familias desamparadas, niños en situación de calle y amigos solitarios, quienes celebran la esperanza de que sus semejantes iluminen la luz del altruismo, la solidaridad y la paz.
[email protected]
http://ekologia.com.ve
Ya ni siquiera esconden el material inflamable en galpones, sino que los guardan en sus propias casas, pudiendo llegar a explotar e incendiar las viviendas de todo el vecindario. Para colmo, los miles de kilogramos de pirotecnia que eventualmente son decomisados por los entes policiales, luego son llevados a espacios abiertos para realizar una explosión controlada, lo que en términos ambientales, genera el mismo impacto ecológico negativo que comentamos con anterioridad. Queda claro que el legendario complot entre el gato y el ratón, es un lucrativo negocio que se demuestra con la excesiva pólvora lanzada en la finalización del año.
Todos sabemos que la gente utiliza la pirotecnia, como un mecanismo de defensa, para sacarse las frustraciones, los problemas y las humillaciones que se acumulan con el correr de los años. La desobediencia de generar un gran bullicio mediante la explosión continua de productos pirotécnicos, es una actitud simplista para agrandar el ego de cara al nuevo año por enfrentar. No obstante, es triste ver lo golpeado que queda nuestro Medio Ambiente, después de tanta borrachera, juerga y estupidez. Entre miles de latas de cervezas y chapitas sueltas que invaden las calles, el peligro de las botellas de vidrio rotas que caen en las aceras, y los fragmentos sobrantes de los materiales explosivos, dejan un entorno muy contaminado y lastimado por la inconciencia social de los habitantes. Tampoco existen políticas ambientales que permitan reciclar todo ese atroz consumismo y convertirlo en una oportunidad de desarrollo socio-productivo las comunidades.
Aunque será inevitable que la gente encienda el veneno de la pirotecnia a finales del año, usted debe asumir el rol de buen ciudadano, y denunciar la venta ilegal de explosivos, llamando por teléfono o visitando las instalaciones del Cuerpo de Bomberos o de la Policía Municipal de su localidad. Así, no serás cómplice del ecocidio en contra de la Pachamama. Es innecesario emplear fuegos artificiales para disfrutar los días de asueto. Una mejor opción, es ayudar a todas esas familias desamparadas, niños en situación de calle y amigos solitarios, quienes celebran la esperanza de que sus semejantes iluminen la luz del altruismo, la solidaridad y la paz.
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