MEJOR SER HUMANO
Por Carlos Fermín
¿De qué me sirve un ateo cargado de egocentrismo y arrogancia, porque descubrió que los dioses son seres ficticios inventados por la debilidad emocional de la Humanidad? Pero, es incapaz de ayudar a la señora enferma, al viejito vagabundo o al muchacho limpiabotas que todos los días se queda mirándolo en el frío de la calle, esperando una ayuda humanitaria que nunca toca la puerta.
¿De qué me sirve un creyente cargado de dogmas y supersticiones, porque descubrió que la religión es la gran alternativa para sentirse apoyado espiritualmente y sobrellevar los problemas de la vida diaria? Pero, es incapaz de confrontar los sólidos argumentos científicos que demuestran la inexistencia de deidades todopoderosas que cambian nuestro destino en el planeta Tierra?
Nadie pero absolutamente NADIE es dueño de la verdad absoluta. Por fortuna o por desgracia, esa afirmación sigue siendo irrefutable a escala global.
El pasado 31 de diciembre, tuve la dicha de compartir con familiares y amigos, aprovechando el clima festivo por las celebraciones en espera del Año Nuevo. Yo charlaba con uno de mis grandes amigos sobre temas de actualidad en Venezuela, incluyendo el inconveniente de la crisis económica, los partidos de béisbol, las redes inalámbricas de acceso público, el fastidio del ruido de la pirotecnia y la repentina desaparición de un par de gatos, que vivían en un estacionamiento residencial frente a mi casa.
No sé si estábamos muy felices o muy tristes por disfrutar las últimas horas del 2014, pero sin darnos cuenta, empezamos a cambiar drásticamente el hilo de la conversación. Yo le decía en tono jocoso, que me sentía embrujado, cansado y "amarillo". Mientras él se reía de los chistes que contábamos, y sobrepasaba la cantidad de licor en sus bebidas. Aprovechando la buena vibra entre ambos, y siendo inconscientemente fiel a mis gustos personales, se me ocurrió preguntarle su opinión sobre temas holísticos, en referencia al origen del Universo, a la existencia de fenómenos paranormales y a la presencia del alma dentro de nosotros.
Yo le pregunté ¿Realmente crees que nuestro Dios se encuentra reinando en el cielo con sus ángeles, esperando que algún día lleguemos a vivir en el paraíso, para reencontrarnos con nuestros familiares difuntos? ¿Realmente crees que si hacemos el mal en esta vida, seremos castigados por el Diablo en la quinta paila del infierno?
¿De verdad crees en esas cosas? ¿No sabes que el supuesto cielo divino, es simplemente una parte del espacio cósmico que recorre el Universo? ¿No sabes que la Tierra se halla dentro de un sistema solar, el cual forma parte de la sublime Vía Láctea?
¿En qué parte de ese Universo se encuentra la casa de Dios y sus invitados?
Un poco exaltado por el cúmulo de interrogantes, pero sin perder el buen trato que nos caracteriza, me respondió textualmente: "Estás equivocado, el cielo se encuentra más arriba del Universo, es allí donde vive Dios".
Si yo hubiera sido el típico ateo mal intencionado, probablemente me hubiera reído a carcajadas de sus palabras, le ofendería con ironía por capricho, y le habría tildado de ignorante.
Pese a ello, a mi NO se me olvida que la persona que me dio esa respuesta, ha sido un amigo incondicional a lo largo de mi vida. Ese tipo siempre me apoyó, me escuchó y me brindó una luz de esperanza al final del túnel. Hemos compartido gratos momentos que no tienen precio, y que van mucho más allá de las discusiones ideológicas. Me enorgullece tener su amistad sincera, y sería incapaz de dañarlo emocionalmente sólo para demostrar una supuesta "superioridad mental", que complazca al ego que se alimenta de humillar la conciencia ajena.
Por esa razón, solamente le dije "Respeto tu opinión. Cada quien es dueño de su propia verdad, y eso no te hace ni mejor ni peor persona". Le dí un gran abrazo de hermano, mientras recordaba distintas experiencias que vivimos juntos. Quizás se mezcló un poco de nostalgia, osadía y ansiedad por quererme sentir más vivo que nunca, en una fecha que desde mi infancia me llena de muchísima melancolía.
Sin embargo, fueron suficientes tres tragos de vinotinto, para entender que la calidad humana de las personas, es lo único que realmente importa en este Mundo.
No importa si son ateos o creyentes. Lo importante es tener valores esenciales para la vida, como la tolerancia, el respeto, la empatía, la solidaridad, la lealtad y el altruismo. Quien se atreva a compartir esa sabiduría con el resto de nuestros hermanos terrícolas, puede proclamarse el hombre o la mujer más sabia del Universo.
Tal vez algunos lectores me consideren fantoche por lo que estoy diciendo, pero cuando uno sale a la calle y siente en carne propia las atrocidades sociales que se cometen a merced de la impunidad, lo único que puedo hacer es mostrar gratitud y agradecimiento con los seres queridos que me aprecian y se preocupan por mi bienestar.
Lo que habita en el inexplicable fondo de la botella, es una historia que jamás acabará, y que nos tiene ancestralmente presos y ciegos en el belicismo de las guerras, de las muertes de gente inocente, de la irracional sed de venganza y de disfrutar el sufrimiento de otros Seres Humanos.
Tenemos que aprender a sobrellevar los contratiempos que se generan a diario, priorizando la búsqueda del amor y NUNCA encerrarnos en el laberinto del odio infundado. No se trata de vivir una vida conformista y ajena al pensamiento crítico. Es obvio que las personas necesitan iniciar un proceso de auto-descubrimiento, el cual les permita evolucionar como seres independientes. Pero, tampoco debemos forzar ese filosófico camino en la mente y en el corazón de otros individuos.
Entendamos que cada quien busca y halla la verdad que más le convenga. Aunque parezca una actitud simplista para encarar la vida, ya hemos afirmado que lo relevante es determinar la calidad humana que envuelve a esa persona. No critiquemos la forma de pensar del prójimo, y valoremos las virtudes que lo enaltecen.
Es difícil alcanzar esa meta existencial, porque estamos acostumbrados a crear abismos que generan la adicción a la enemistad, al rencor y a la discordia entre nuestros semejantes. Creemos que vale la pena dejar que el tiempo fluya como un manantial de agua purificada, reconociendo la miseria espiritual que premiamos en el pasado, e intentando sanar las heridas para enfrentar los desafíos del futuro.
Si yo hubiera ofendido a mi amigo en esa festiva tarde del 31 de diciembre, porque no estaba de acuerdo con su manera de pensar, pues la extrema negatividad se habría apoderado de la psique. Mi familia se hubiera sentido muy mal por lo ocurrido, y lo que se auguraba como una noche de plena alegría, se convertiría en una amarga reunión de personas molestas, incomodadas y apenadas.
Haber aprendido a lidiar pacíficamente con ese fortuito escollo, sin caer en el absurdo conflicto entre dos grandes amigos, me ayudó a pasar una velada llena de afecto, sonrisas y buenos deseos. Ahora, nuestra familia se halla más unida que nunca, y no tuvimos que derramar ni una sola lágrima en retrospectiva.
Esperamos que los ojos de todos los ateos y creyentes, también se atrevan a ver la gracia salvadora de la vida, y a NO perder las sagradas manecillas del reloj en la tempestad de la intolerancia.
[email protected]
carlosrupertofermin.wordpress.com
http://ekologia.com.ve/
¿De qué me sirve un creyente cargado de dogmas y supersticiones, porque descubrió que la religión es la gran alternativa para sentirse apoyado espiritualmente y sobrellevar los problemas de la vida diaria? Pero, es incapaz de confrontar los sólidos argumentos científicos que demuestran la inexistencia de deidades todopoderosas que cambian nuestro destino en el planeta Tierra?
Nadie pero absolutamente NADIE es dueño de la verdad absoluta. Por fortuna o por desgracia, esa afirmación sigue siendo irrefutable a escala global.
El pasado 31 de diciembre, tuve la dicha de compartir con familiares y amigos, aprovechando el clima festivo por las celebraciones en espera del Año Nuevo. Yo charlaba con uno de mis grandes amigos sobre temas de actualidad en Venezuela, incluyendo el inconveniente de la crisis económica, los partidos de béisbol, las redes inalámbricas de acceso público, el fastidio del ruido de la pirotecnia y la repentina desaparición de un par de gatos, que vivían en un estacionamiento residencial frente a mi casa.
No sé si estábamos muy felices o muy tristes por disfrutar las últimas horas del 2014, pero sin darnos cuenta, empezamos a cambiar drásticamente el hilo de la conversación. Yo le decía en tono jocoso, que me sentía embrujado, cansado y "amarillo". Mientras él se reía de los chistes que contábamos, y sobrepasaba la cantidad de licor en sus bebidas. Aprovechando la buena vibra entre ambos, y siendo inconscientemente fiel a mis gustos personales, se me ocurrió preguntarle su opinión sobre temas holísticos, en referencia al origen del Universo, a la existencia de fenómenos paranormales y a la presencia del alma dentro de nosotros.
Yo le pregunté ¿Realmente crees que nuestro Dios se encuentra reinando en el cielo con sus ángeles, esperando que algún día lleguemos a vivir en el paraíso, para reencontrarnos con nuestros familiares difuntos? ¿Realmente crees que si hacemos el mal en esta vida, seremos castigados por el Diablo en la quinta paila del infierno?
¿De verdad crees en esas cosas? ¿No sabes que el supuesto cielo divino, es simplemente una parte del espacio cósmico que recorre el Universo? ¿No sabes que la Tierra se halla dentro de un sistema solar, el cual forma parte de la sublime Vía Láctea?
¿En qué parte de ese Universo se encuentra la casa de Dios y sus invitados?
Un poco exaltado por el cúmulo de interrogantes, pero sin perder el buen trato que nos caracteriza, me respondió textualmente: "Estás equivocado, el cielo se encuentra más arriba del Universo, es allí donde vive Dios".
Si yo hubiera sido el típico ateo mal intencionado, probablemente me hubiera reído a carcajadas de sus palabras, le ofendería con ironía por capricho, y le habría tildado de ignorante.
Pese a ello, a mi NO se me olvida que la persona que me dio esa respuesta, ha sido un amigo incondicional a lo largo de mi vida. Ese tipo siempre me apoyó, me escuchó y me brindó una luz de esperanza al final del túnel. Hemos compartido gratos momentos que no tienen precio, y que van mucho más allá de las discusiones ideológicas. Me enorgullece tener su amistad sincera, y sería incapaz de dañarlo emocionalmente sólo para demostrar una supuesta "superioridad mental", que complazca al ego que se alimenta de humillar la conciencia ajena.
Por esa razón, solamente le dije "Respeto tu opinión. Cada quien es dueño de su propia verdad, y eso no te hace ni mejor ni peor persona". Le dí un gran abrazo de hermano, mientras recordaba distintas experiencias que vivimos juntos. Quizás se mezcló un poco de nostalgia, osadía y ansiedad por quererme sentir más vivo que nunca, en una fecha que desde mi infancia me llena de muchísima melancolía.
Sin embargo, fueron suficientes tres tragos de vinotinto, para entender que la calidad humana de las personas, es lo único que realmente importa en este Mundo.
No importa si son ateos o creyentes. Lo importante es tener valores esenciales para la vida, como la tolerancia, el respeto, la empatía, la solidaridad, la lealtad y el altruismo. Quien se atreva a compartir esa sabiduría con el resto de nuestros hermanos terrícolas, puede proclamarse el hombre o la mujer más sabia del Universo.
Tal vez algunos lectores me consideren fantoche por lo que estoy diciendo, pero cuando uno sale a la calle y siente en carne propia las atrocidades sociales que se cometen a merced de la impunidad, lo único que puedo hacer es mostrar gratitud y agradecimiento con los seres queridos que me aprecian y se preocupan por mi bienestar.
Lo que habita en el inexplicable fondo de la botella, es una historia que jamás acabará, y que nos tiene ancestralmente presos y ciegos en el belicismo de las guerras, de las muertes de gente inocente, de la irracional sed de venganza y de disfrutar el sufrimiento de otros Seres Humanos.
Tenemos que aprender a sobrellevar los contratiempos que se generan a diario, priorizando la búsqueda del amor y NUNCA encerrarnos en el laberinto del odio infundado. No se trata de vivir una vida conformista y ajena al pensamiento crítico. Es obvio que las personas necesitan iniciar un proceso de auto-descubrimiento, el cual les permita evolucionar como seres independientes. Pero, tampoco debemos forzar ese filosófico camino en la mente y en el corazón de otros individuos.
Entendamos que cada quien busca y halla la verdad que más le convenga. Aunque parezca una actitud simplista para encarar la vida, ya hemos afirmado que lo relevante es determinar la calidad humana que envuelve a esa persona. No critiquemos la forma de pensar del prójimo, y valoremos las virtudes que lo enaltecen.
Es difícil alcanzar esa meta existencial, porque estamos acostumbrados a crear abismos que generan la adicción a la enemistad, al rencor y a la discordia entre nuestros semejantes. Creemos que vale la pena dejar que el tiempo fluya como un manantial de agua purificada, reconociendo la miseria espiritual que premiamos en el pasado, e intentando sanar las heridas para enfrentar los desafíos del futuro.
Si yo hubiera ofendido a mi amigo en esa festiva tarde del 31 de diciembre, porque no estaba de acuerdo con su manera de pensar, pues la extrema negatividad se habría apoderado de la psique. Mi familia se hubiera sentido muy mal por lo ocurrido, y lo que se auguraba como una noche de plena alegría, se convertiría en una amarga reunión de personas molestas, incomodadas y apenadas.
Haber aprendido a lidiar pacíficamente con ese fortuito escollo, sin caer en el absurdo conflicto entre dos grandes amigos, me ayudó a pasar una velada llena de afecto, sonrisas y buenos deseos. Ahora, nuestra familia se halla más unida que nunca, y no tuvimos que derramar ni una sola lágrima en retrospectiva.
Esperamos que los ojos de todos los ateos y creyentes, también se atrevan a ver la gracia salvadora de la vida, y a NO perder las sagradas manecillas del reloj en la tempestad de la intolerancia.
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