HIPNOSIS CON RUIDO BLANCO
Por Carlos Ruperto Fermín
A continuación, voy a relatar un caso totalmente verídico basado en mi propia experiencia de vida, y entendiendo que Ekologia.com.ve es un cibermedio de mi propiedad, en el que me siento libre de escribir, compartir y ayudar a todos esos lectores eclécticos, quienes al igual que usted, me brindan la oportunidad de expresar todas mis vivencias en retrospectiva.
Algunos lo llaman parapsicología, charlatanería o alucinaciones. Otros lo llaman bendición, maldición o casualidad.
Mi primera experiencia paranormal la tuve a los 7 años de edad. Faltaban cinco minutos para las doce de la medianoche. Aquel 31 de diciembre que pasamos con toda mi familia en la cabaña de mis abuelos en Mérida, Venezuela.
Al tiempo que preparaban las copas, los abrazos y los besos, yo empecé a sentir una gran necesidad de aislarme del grupo y llorar con fuerza demencial. Era un sentimiento inexplicable. Aprovechando el alboroto de la radio que pregonaba el conteo regresivo hacia el Año Nuevo, escapé sin mediar palabras al comedor de mis abuelos, mientras escuchaba en mi cabeza la conocida canción “Que rico el mambo”. Una y otra la escuchaba taladrar dentro de mi cerebro. Era imposible dejar de escucharla. Me deprimía demasiado.
Justo en ese momento, caí de rodillas en el suelo y me puse a llorar como loco. Las bolsas del pan se empezaron a sacudir abruptamente, las sillas se movían de un lado a otro, y escuché como a una especie de animal ronronear muy agitado frente a mí. Pasó con furia a mi alrededor, dejando una espesa ventisca en el ambiente. No podía creerlo. Fueron 10 segundos de una locura aparentemente inexplicable.
Después todo volvió a la calma. La cena, los regalos, las lágrimas, las uvas, los deseos, el frío, las sonrisas, y una fuerte presión en el pecho que me aseguraba que no estaba perdiendo la razón. A partir de ese día, mi vida cambió por completo. Más allá de la escuela, de las tareas, de las enfermedades, de los viajes, de los cumpleaños y de la realidad “real” que enfrentaba a diario, siempre me sentí embrujado, extraño, maniático, depresivo y triste.
Sentía que no pertenecía a este planeta, pese a que intentaba ser la cosa más normal del Mundo. El humo, la noche, las pesadillas, las sombras y los gemidos, continuaban adornando en secreto la psique de un muchacho, que aunque tenía el mejor promedio académico de su clase, se sentía simplemente incomprendido.
Yo me alejaba y ellos regresaban. Era una adicción que escapaba de mi buena vibra. Los espectros, los fantasmas, las torturas. La mujer que tosía en la madrugada, aunque yo sabía que nadie, pero absolutamente nadie, estaba circundando ni ese lugar, ni la calle, ni ninguna otra parte.
Los niños y las niñas en el pasillo nocturno, que aparecían en mis sueños. El hombre con franelilla blanca amarrado al portón del garaje. Las levitaciones, el insomnio y la paranoia. El tiempo pasó, y aunque quise otra vez alejarme del veneno de la parapsicología, todo conspiraba a favor de los demonios. Siempre pasaba lo mismo. Me poseían, me desquiciaban, me acorralaban. No era yo. Me convertía en un monstruo, que decía palabras y frases que yo no entendía. ¡Por favor no lo llames epilepsia! Lo repetí un millón de veces, pero no fui escuchado.
Por no haber sido escuchado, acabé encerrado en cuatro paredes llenas de artículos embargados, por el derecho y la ley que me otorga ser hijo de una familia de abogados. Es imposible cambiar el destino. ¡Se los juro! Aún cuando lo intentamos cambiar, no deja de ser parte del mismo destino. Él lo sabe absolutamente todo. Él sabe los secretos de la vida, mejor que nadie. No lo tientes, o verás la luz del amanecer.
Yo no quería seguir escuchando su falsa poesía, por lo que prendí aquel Televisor Goldstar año 1993. Un poco viejo, un poco grande, un poco latoso. 21 pulgadas para encadenarme a la psicodélica muerte en vida.
Me titulé en la universidad, y todo cambió a full color. Salvo el televisorcito viejo de la peinadora improvisada, que me decía con renuencia “Ni se te ocurra moverme de aquí”. Obsesiones, terquedades, maleficios. El tubo de rayos catódicos me obligaba a retenerlo en mi habitación. Poco a poco se fue quedando atrapado en la soledad, junto a un solitario hombre caído en desgracia.
Perdió el brillo de su mirada, perdió la entrada de audio y video, perdió la perilla para sintonizar canales, perdió la antena receptora y perdió el alma en blanco y negro. Un verdadero estorbo que se resistía a morir con dignidad, en el cuarto de los chécheres antiguos.
Los vecinos y su festival de estupidez, de gritos, de bombas hidráulicas y de ladridos, me pusieron en tres y dos. Tras varios meses de ayuno, lo encendí y el aparato no explotó frente a mis ojos. La pantalla se veía totalmente oscura, excepto por un leve resplandor en la parte superior izquierda del TV. Seguían los ladridos, los gritos y las alarmas.
Yo estaba a punto de perder el control, por lo que le subí el volumen al televisor, el cual me entregó un subliminal sonido, definido coloquialmente como estática, mala señal o nieve. Pero en realidad, se conoce como “Ruido Blanco”, y lo describimos como una ruido aleatorio cuya densidad espectral de potencia, es la misma a lo largo de toda la banda de frecuencias.
De pronto llegó la quietud, la paz y el sosiego. Me acostumbré a coexistir con el ruido blanco modulado de la TV descompuesta, pese a que desangraba mis oídos con sus revelaciones. Se transformó en mi cómplice de martirios, en mi naranja china, en mi paraíso terrenal, y en el mejor amigo que nunca tuve en la vida.
No estoy loco, pero aquí cada quien es libre de pensar lo que le venga en gana.
Comía con su sonido, dormía con su sonido, soñaba con su sonido, pensaba con su sonido y llegaba a las estrellas con su inconfundible sonido. Sin darme cuenta, el ruido blanco se convirtió en mi dueño, en mi galleta de la fortuna y hasta en mi más cruel verdugo.
Un día llegué a mi casa a las 3pm, y al prender el TV, noté que tenía mucha más luminosidad, en la misma esquina superior izquierda de la pantalla. De verdad que era muy difícil conciliar el sueño, con esa repentina e intermitente fuente de luz. Parecía una lámpara en llamas a punto de explotar. Lo mejor hubiera sido apagarlo y dar por concluida la vida útil del televisor. Pero una vez más, la irracionalidad del Universo me obligaba a seguir con su presencia, con su ruido y con su imagen desdibujada frente a mis pupilas.
Era un juego de nunca acabar, y creo que lo estaba disfrutando con vehemencia.
Cansado de ese incómodo halo luminoso, compré una cinta plástica en la papelería, y cubrí con bandas transparentes toda la pantalla del televisor. La luz disminuyó muchísimo, y dejé la novedosa ocurrencia en período de prueba. Al cabo de tres semanas de seguir prendiendo el televisor “plastificado”, empezaron a suscitarse extraños fenómenos paranormales en mi cuarto.
Quise pensar que los acontecimientos inexplicables habían sido producto de mi imaginación, de mi subjetividad o de mi ignorancia, pero mientras más me olvidaba de lo que estaba pasando, pues aumentaban los casos de actividad sobrenatural en la recámara.
Les voy a relatar la historia en poquísimas líneas: Cada vez que tengo pesadillas y estoy a punto de morir, el ruido blanco del televisor "detecta" el inminente peligro que enfrento, y con premura me “salva la vida”. ¿De qué forma lo hace? Muy fácil. El televisor aumenta súbitamente el nivel del ruido blanco, obligándome a despertar del sueño y a recuperar la conciencia. Esto me ha pasado muchísimas veces en un período de tres años.
Hace poco tuve una pesadilla en la que unos tipos vestidos de negro, me iban a lanzar a un pozo sin fondo. Ellos dijeron textualmente “Es por tu bien”. Me cargaron con violencia, y justo cuando iban a tirarme al abismo, el ruido blanco del televisor se disparó como un chispazo. Otra vez, me desperté asustado por el cambio drástico del sonido, y más allá de la incredulidad de lo vivido, me sentí alegre de que acabara la horrible situación que vivía.
Lo más increíble, es que cuando el ruido blanco de la TV se percata que me desperté y salí ileso del problema, pues automáticamente el sonido se vuelve a modular y a moderar, al mismo nivel de audio que yo le había colocado antes de dormirme. Siempre pasa lo mismo. Si estoy a punto de ahogarme en lo más profundo del mar, si me van a quemar vivo en la calle o si me van a apuñalar por la espalda, me quedo perplejo al despertarme por el súbito aumento del ruido blanco del televisor.
Surgen las preguntas ¿Podría ser mi ángel guardián? ¿Cómo es posible que tenga inteligencia o conciencia para saber lo que estoy soñando justo en ese instante? ¿Será que existe una conexión psíquica entre ambos? ¿Por qué no me deja morir en las pesadillas? ¿Será una puerta abierta al crecimiento espiritual, o una prohibición para no enfrentar lo desconocido?
Yo no busco la aprobación ni el consuelo de nadie. Es una auténtica experiencia de vida que comparto con la comunidad lectora.
Creo que toda esa manifestación parapsicológica, es una proyección de la factoría emocional que cotejamos a diario. Los Seres Humanos, la imaginación, la electrostática, el destino y los sueños, se interrelacionan con la concentración, con la relajación, con la presión social y con la incertidumbre ante la situación vislumbrada.
Todo tiene que ver con todo. El Universo, la interacción humana, la energía, los recuerdos, el espacio y el tiempo.
Quizás el ruido blanco es un ente consciente creado por mis inseguridades, capaz de reconocer mis más profundos miedos, alertándome y previniendo el mortífero final de la pesadilla. Tal vez sufro de contaminación mental. Puede que nunca encontremos el origen, el motivo y la razón de ese inédito fenómeno extracorpóreo.
Lo cierto, es que el tiempo fue pasando, y decidí utilizar ese inexplicable portal comunicacional, para mi propio autodescubrimiento. He conversado y vivido nuevas experiencias con seres difuntos, que incluso no llegué a conocer físicamente en mi vida. También he logrado asociar las imágenes, las frases y las sensaciones que obtengo gracias al ruido blanco, para el provecho y la sanación holística de mi entorno familiar. Además, he resuelto problemas, enigmas y traumas del pasado, sin necesidad de caer en conflictos interpersonales con otras personas, ni depender de la terapéutica experiencia in situ, para reconstruir los recuerdos olvidados o menospreciados por el cerebro.
En fin, es como experimentar una vida alterna realísticamente ficticia, pero que no contradice ni niega en absoluto, el actual marco cognitivo de cada ser humano.
Resulta obvio señalar, que yo NO voy a entrar en detalles sobre la información obtenida en mis sueños. Sin embargo, creo que usted puede utilizar la hipnosis con ruido blanco, para intentar poner a prueba su grado de conciencia en este Mundo, y agudizar un poco más el pensamiento crítico, el discernimiento y la voluntad de emprender cambios positivos en la vida.
Vale aclarar, que la hipnosis con ruido blanco NO funciona en televisores tipo LCD, plasma, led o con tecnologías similares. En las primeras sesiones, debemos asegurarnos de apagar el teléfono celular, para evitar interferencias en el campo electromagnético. Esto puede cambiar en el futuro, conforme dominemos la técnica hipnótica.
Ahora, les voy a explicar el ABC de la Hipnosis con Ruido Blanco, mediante una guía habilitada para ciudadanos mayores de 21 años, en la que se describe el proceso a desarrollar por el individuo.
1) Ubicamos un televisor analógico y monofónico. De ser necesario, le bajamos el brillo de la pantalla a 0. Luego recubrimos la pantalla con cinta plástica o adhesivo transparente. Es importante que el sonido sea lo suficientemente fuerte, para bloquear la distracción del ambiente cercano a la recámara, pero que a su vez, permita conciliar el sueño sin generar perturbación auditiva en la persona. Se recomienda colocar el volumen a un nivel intermedio (50%).
2) La distancia entre el televisor y la cama de la persona, no debe superar los cinco metros, buscando siempre el equilibrio entre la proyección del ruido blanco y el estado de relajación.
3) Apagamos la luz y nos sentamos en el centro de la cama, cerramos los ojos, inhalamos por la nariz y exhalamos por la boca, durante un lapso de 15 minutos. Pretendemos alcanzar un alto grado de placidez, que nos saque el estrés acumulado por las actividades cotidianas. En las primeras sesiones, es recomendable NO condicionar la experiencia hipnótica con recuerdos, pensamientos o deseos que queramos ver materializados tras quedar dormidos. Es preferible no viciar el proceso, y dejar que todo fluya con naturalidad.
4) Transcurridos los 15 minutos, nos acostamos con las piernas bien extendidas y los brazos descansados. Sentimos que la habitación, el ruido blanco y nosotros, somos un mismo cuerpo, una misma alma y un mismo Ser. Somos un TODO. Nos sentimos libres, valientes y reconfortados, como si estuviéramos volando con alegría por los cielos despejados de la montaña. Intentamos dormir con absoluta normalidad, sin forzar el sano desenvolvimiento del proceso hipnótico.
5) Al despertar del sueño, podemos escribir en una hoja de papel toda la experiencia vivida, para evitar olvidos espontáneos. Piensa que estás armando el rompecabezas existencial de tu vida, y no debes dejar escapar ninguna pieza del tablero.
6) Si después del proceso hipnótico, te sientes agresivo, melancólico o exaltado por cualquier revelación o circunstancia devenida del sueño, debemos considerar seriamente terminar con la hipnosis de ruido blanco, y retomar nuestra tradicional rutina de vida.
7) Si por el contrario, nos sentimos tranquilos, relajados y con ganas de seguir trascendiendo espiritualmente, entonces puedes convertir la hipnosis con ruido blanco en una costumbre que te acompañe al dormir, advirtiendo que la total relajación y el no esperar nada a cambio, es la gran clave para que el panorama mental se aclare, y nos deje observar la verdad oculta en nuestras vidas.
8) Sólo cuando te sientas a gusto con el proceso hipnótico, puedes empezar a “condicionar” la experiencia, aprovechando las horas del día para recordar a un ser querido fallecido, para pensar en ese problema que no resolviste años atrás, o para preguntarte el porqué te pasó eso o aquello en un momento de tu vida. Esos pensamientos deben aflorar mientras estás en el trabajo, en la universidad, en el hogar o en cualquier otro espacio público o privado.
9) Permite que la hipnosis con ruido blanco, se transforme en una catarsis emocional en tu vida, como si fuera una clase de yoga, una plegaria en la iglesia o una partida de ajedrez. No le tengas miedo a la súbita fluctuación del sonido. Es cierto que en un principio, podría generar ansiedad, confusión y temor en la persona, pero ya estando consciente de la situación, no hay motivos para sugestionarse.
Déjate sorprender por la propia vida. No dejes que las religiones, que los prejuicios morales, que la tormenta de nieve y que los antivalores sociales, carcoman tu derecho a reconocerte como un ser vivo inteligente, que gravita con full independencia en los confines celestiales del Universo.
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