EN UN SANTIAMÉN
Por Carlos Fermín
Creemos que en América Latina el desempleo es más una condición mental que una realidad. Desde niños nos obligan a creer que sólo debemos trabajar por dinero. Sin darnos cuenta, nuestra motivación de estudio, de superación personal y de graduarnos en distintos niveles académicos, está muy condicionada al lucro, a la ganancia, a la retribución económica. Nos quemamos las pestañas con el fin de mercantilizar el sacrificio, y sacar un título universitario. Luego, cuando salimos a la calle, nos damos cuenta que todo se trata de contactos, de bajos instintos y de balas perdidas.
Si eres amigo de fulano, si eres hijo de perengano, o si estudiaste con el sobrino de mengano, seguro que consigues trabajo.
Si te operaste la "pechonalidad", si adulas la cremallera del jefe, si te dejas insultar a doble turno, y si vendes tu alma al Diablo, seguro que consigues trabajo.
No importa el curriculum vitae, no importan las calificaciones universitarias, no importa de qué casa de estudio egresaste, no importa absolutamente nada. Lo único que vale, es la eterna ley de justificar el fin por el medio para conseguirlo. Es triste, es real, y muy chocante de asimilar y de analizar, sobre todo, porque detrás de ti, seguro existe una familia que necesita de tu trabajo para pagar las deudas de vivir en esta podrida Sociedad Moderna. Por no mirar con ojos de derrota a papi, a mami, a la abuelita, al hermanito y al primito, quienes continúan esperando lo mejor de ti, podemos llegar a perder la razón y cometer graves errores para demostrar que somos capaces de alcanzar nuestras metas.
Si eres amigo de fulano, si eres hijo de perengano, o si estudiaste con el sobrino de mengano, seguro que consigues trabajo.
Si te operaste la "pechonalidad", si adulas la cremallera del jefe, si te dejas insultar a doble turno, y si vendes tu alma al Diablo, seguro que consigues trabajo.
No importa el curriculum vitae, no importan las calificaciones universitarias, no importa de qué casa de estudio egresaste, no importa absolutamente nada. Lo único que vale, es la eterna ley de justificar el fin por el medio para conseguirlo. Es triste, es real, y muy chocante de asimilar y de analizar, sobre todo, porque detrás de ti, seguro existe una familia que necesita de tu trabajo para pagar las deudas de vivir en esta podrida Sociedad Moderna. Por no mirar con ojos de derrota a papi, a mami, a la abuelita, al hermanito y al primito, quienes continúan esperando lo mejor de ti, podemos llegar a perder la razón y cometer graves errores para demostrar que somos capaces de alcanzar nuestras metas.
Es allí donde nace el problema del desempleo, que trae consigo la frustración, la depresión y la impotencia, de ver cómo el fuego de la vida te tumba en el piso de piedra, por simplemente haber sido inocente al creer que en este mundito hay justicia divina, y por atreverte a soñar con el corazón abierto en lágrimas. La desesperación invoca al mal genio, a la desidia, a la apatía. Nuestros amigos y familiares sufren por vernos en ese estado de indigencia, pero tampoco encontramos motivos para levantar la cabeza y volver a caer de frente con la realidad que vivimos.
Por eso quise escribir este artículo de opinión, sobre todo, pensando en los jóvenes que egresan de la universidad, y luego no encuentran oferta laboral en ninguna parte. Déjame decirte nuevamente lo siguiente "el desempleo es más una condición mental que una realidad". Me pregunto ¿Realmente quieres conseguir un trabajo decente y bien remunerado? Si la respuesta es afirmativa, lo único que debes hacer, es hacer lo contrario a lo que los demás hacen. Lo vuelvo a repetir porque en esa oración radica el cambio de actitud que estamos buscando. "Lo único que debes hacer, es hacer lo contrario a lo que los demás hacen"
Te presento a Miguel, un joven que se graduó en la Escuela de Ciencias Jurídicas en el año 1999. Es un abogado desempleado porque nadie le dio la oportunidad de demostrar su talento. Cansado de la derrota, Miguel puso el reloj despertador a las seis de la mañana del naciente lunes. Se bañó, se vistió y llegó a la plaza La Concordia, que se encuentra a 15 minutos de su casa, y es el lugar público más concurrido por la gente. Luego se sentó en una banquita de la plaza, y colocó un cartel en el tronco de un árbol que decía "Soy abogado, hago trámites legales y ofrezco asesoría gratuitamente".
Por eso quise escribir este artículo de opinión, sobre todo, pensando en los jóvenes que egresan de la universidad, y luego no encuentran oferta laboral en ninguna parte. Déjame decirte nuevamente lo siguiente "el desempleo es más una condición mental que una realidad". Me pregunto ¿Realmente quieres conseguir un trabajo decente y bien remunerado? Si la respuesta es afirmativa, lo único que debes hacer, es hacer lo contrario a lo que los demás hacen. Lo vuelvo a repetir porque en esa oración radica el cambio de actitud que estamos buscando. "Lo único que debes hacer, es hacer lo contrario a lo que los demás hacen"
Te presento a Miguel, un joven que se graduó en la Escuela de Ciencias Jurídicas en el año 1999. Es un abogado desempleado porque nadie le dio la oportunidad de demostrar su talento. Cansado de la derrota, Miguel puso el reloj despertador a las seis de la mañana del naciente lunes. Se bañó, se vistió y llegó a la plaza La Concordia, que se encuentra a 15 minutos de su casa, y es el lugar público más concurrido por la gente. Luego se sentó en una banquita de la plaza, y colocó un cartel en el tronco de un árbol que decía "Soy abogado, hago trámites legales y ofrezco asesoría gratuitamente".
Con un poco de perplejidad, las personas pasaban y se quedaban mirando el cartelito. Algunos se burlaron del anuncio y otros pensaban que Miguel estaba loco.
Pero, al cabo de media hora, pasó un señor y le preguntó sobre cómo sacar el RIF para una empresa de lácteos ubicada muy cerca de la plaza. Miguel aprovechó la ocasión y le explicó al hombre cuáles eran los requisitos para conseguirlo. Le indicó el lugar y la documentación a consignar, e incluso acordó acompañarlo el jueves en la tarde. Debido a la buena atención recibida, el señor se ofreció a pagarle por el servicio legal, pero Miguel rechazó el pago y con un fuerte apretón de manos, le dio las gracias por confiar en él.
Unos minutos después, se acercó una señora que necesitaba sacar la partida de nacimiento a su hija, un comerciante que no entendía las cláusulas de un contrato, una arquitecta que fue despedida injustificadamente por la empresa petrolera, y hasta el carnicero de la esquina que deseaba tramitar el divorcio de muto acuerdo con su cónyuge.
Miguel atendió a todos de buena manera, con una gran sonrisa y muchas ganas de demostrar su trabajo. A nadie le cobró ni un centavo por los conocimientos jurídicos prestados, y a cambio, todos lo recomendaron con sus amistades. En apenas una semana, la plaza Concordia era conocida en la ciudad por ser el sitio elegido por un muchacho que llegaba a las siete y treinta de la mañana, y atendía a cualquier persona que necesitara sus servicios como abogado. Incluso, aquellos que se burlaron y lo miraron con desprecio, también hicieron la larga fila frente al árbol, esperando que Miguel se desocupara de los clientes y los atendiera para resolver sus problemas legales.
Pero, al cabo de media hora, pasó un señor y le preguntó sobre cómo sacar el RIF para una empresa de lácteos ubicada muy cerca de la plaza. Miguel aprovechó la ocasión y le explicó al hombre cuáles eran los requisitos para conseguirlo. Le indicó el lugar y la documentación a consignar, e incluso acordó acompañarlo el jueves en la tarde. Debido a la buena atención recibida, el señor se ofreció a pagarle por el servicio legal, pero Miguel rechazó el pago y con un fuerte apretón de manos, le dio las gracias por confiar en él.
Unos minutos después, se acercó una señora que necesitaba sacar la partida de nacimiento a su hija, un comerciante que no entendía las cláusulas de un contrato, una arquitecta que fue despedida injustificadamente por la empresa petrolera, y hasta el carnicero de la esquina que deseaba tramitar el divorcio de muto acuerdo con su cónyuge.
Miguel atendió a todos de buena manera, con una gran sonrisa y muchas ganas de demostrar su trabajo. A nadie le cobró ni un centavo por los conocimientos jurídicos prestados, y a cambio, todos lo recomendaron con sus amistades. En apenas una semana, la plaza Concordia era conocida en la ciudad por ser el sitio elegido por un muchacho que llegaba a las siete y treinta de la mañana, y atendía a cualquier persona que necesitara sus servicios como abogado. Incluso, aquellos que se burlaron y lo miraron con desprecio, también hicieron la larga fila frente al árbol, esperando que Miguel se desocupara de los clientes y los atendiera para resolver sus problemas legales.
Poco a poco, Miguel ya era conocido en los tribunales, en las prefecturas, en las fiscalías, en las intendencias, en las contralorías y en las inspectorías. La gente reconoció su noble esfuerzo de salir a la calle sin complejos, y realmente ejercer su profesión desde un enfoque humanista y NO capitalista. Esa buena fama, le valió a Miguel para que todas las firmas, los escritorios jurídicos y los despachos que habían rechazado su curriculum vitae y jamás lo llamaron para ofrecerle trabajo, ahora estaban desesperados por contratar sus reconocidos servicios profesionales, y remunerar económicamente su oficio, pues sabían que con la presencia de Miguel, ganaban un mayor número de clientes, quienes muy probablemente, fueron atendidos por el muchacho en aquella banquita frente al árbol de la plaza.
¿Qué crees que hizo Miguel? ¿Siguió trabajando en la plaza La Concordia o aceptó la oferta laboral de la firma jurídica?
No importa lo que creas, siempre y cuando creas en ti mismo
¿Cuál es la moraleja? Es muy fácil, y te lo vuelvo a repetir "el desempleo es más una condición mental que una realidad". Si pones en práctica el ejemplo de Miguel seguro que tarde o temprano conseguirás un buen trabajo en tu localidad, sin tener que vender tu ética y tu moral a todos esos ignorantes que se sienten poderosos por vivir ciegos en su propia ignorancia.
La moraleja, no sólo abarca al joven abogado Miguel, sino a cualquier otra persona de cualquier edad y con cualquier carrera universitaria, que se encuentre desempleada y necesite encontrar un trabajo estable. Como vemos, se trata de olvidar el orgullo, el miedo y esos "consejitos" que recibimos de nuestros queridos padres, de los antivalores de la televisión basura y de la inanidad del prójimo.
Esos tres factores, nos hicieron mucho daño psico-emocional a través de los años, y es por esa razón, que creemos que sólo debemos trabajar por dinero, cuando realmente debemos trabajar por la dicha y el disfrute de sentirnos útiles, haciendo eso que mejor sabemos hacer, sin esperar nada, pero absolutamente NADA a cambio
No olvides que labrar el camino depende de ti. Y caminarlo, siempre dependerá del camino que labramos.
¿Te atreves?
Sí
ekologia.com.ve
[email protected]
¿Qué crees que hizo Miguel? ¿Siguió trabajando en la plaza La Concordia o aceptó la oferta laboral de la firma jurídica?
No importa lo que creas, siempre y cuando creas en ti mismo
¿Cuál es la moraleja? Es muy fácil, y te lo vuelvo a repetir "el desempleo es más una condición mental que una realidad". Si pones en práctica el ejemplo de Miguel seguro que tarde o temprano conseguirás un buen trabajo en tu localidad, sin tener que vender tu ética y tu moral a todos esos ignorantes que se sienten poderosos por vivir ciegos en su propia ignorancia.
La moraleja, no sólo abarca al joven abogado Miguel, sino a cualquier otra persona de cualquier edad y con cualquier carrera universitaria, que se encuentre desempleada y necesite encontrar un trabajo estable. Como vemos, se trata de olvidar el orgullo, el miedo y esos "consejitos" que recibimos de nuestros queridos padres, de los antivalores de la televisión basura y de la inanidad del prójimo.
Esos tres factores, nos hicieron mucho daño psico-emocional a través de los años, y es por esa razón, que creemos que sólo debemos trabajar por dinero, cuando realmente debemos trabajar por la dicha y el disfrute de sentirnos útiles, haciendo eso que mejor sabemos hacer, sin esperar nada, pero absolutamente NADA a cambio
No olvides que labrar el camino depende de ti. Y caminarlo, siempre dependerá del camino que labramos.
¿Te atreves?
Sí
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[email protected]