LAS CALLES, EL ENTORNO Y LA GENTE
Por Carlos Fermín
Que injusto se ha vuelto el Mundo. Es triste ver como hombres y mujeres nobles, de buenos sentimientos, trabajadores y con un espíritu de lucha inalcanzable, terminan siendo acribillados en medio de la carretera, por la no misericordia de los asesinos, delincuentes y ladrones. De nada sirve ser buena gente, tener valores e intentar no caer en las tentaciones del Diablo, si en un abrir y cerrar de ojos, la muerte se lleva el sueño de la vida. El orbe defiende a quienes gozan del pecado, que se representa en el abismo de los insultos, las mentiras, el egoísmo, las burlas, y un sinfín de malos pensamientos que alfabetizan la mente y el corazón del prójimo.
Todos quieren lo fácil, lo rápido, lo simple. Les encanta obtener el mayor tesoro a cambio del menor sacrificio. Siempre buscando una excusa que justifique la estupidez. Nunca pensando en las consecuencias de sus actos. Algunos robotizan el alma en el Kamasutra del sábado por la noche. Otros se olvidan del pasado escribiendo un puñado de palabras. Vivimos del problema, de la confusión y de la enfermedad. La maldita adicción al dolor nos hace creer ciegamente en todo lo que no existe. Vamos malgastando las agujas del reloj, esperando que el mañana nos traiga la fortuna de algo nuevo por descubrir, pero jamás reconocemos los errores y debilidades del ayer, cuando el espejo se cruza en los andares del futuro.
Cuando no saben que hacer con sus vidas, se casan por la Iglesia. Cuando ya no saben que hacer con sus vidas, deciden tener cinco hijos. Y cuando ya no saben que más hacer con sus vidas, se divorcian el fin de semana. Luego se vuelven a casar, tienen más hijos y terminan otra vez divorciándose. Ellos nunca van a leer este artículo de opinión, porque no aprendieron a leer en retrospectiva. Prefieren tocar irracionalmente el claxon frente al semáforo, para que la ira gane la batalla en contra de la paciencia. Se desesperan por cualquier cosa que suceda. No soportan el silencio. Necesitan el ruido de un aire acondicionado, pegar un grito, subirle el volumen al televisor, escuchar el trinar de un pájaro enjaulado, prender la radio o lanzar una puerta. Cualquier artimaña psico-social que obligue a no pensar en la culpa que llevamos por dentro.
Un poco de suerte moral, los disparos de la balacera y un estado de full impunidad. Por ejemplo, cuando un ladrón de tu vecindario le roba la motocicleta a un joven sano y sin enemigos que vivía en tu comunidad, y luego lo mata de un tiro de gracia, lo más probable es que los vecinos tomen la justicia por su cuenta, para buscar y linchar al ladrón. Después los medios de comunicación y los cuerpos policiales, informan que los vecinos lincharon al delincuente y fin de la investigación. Pero, todos sabemos que entre los involucrados en el linchamiento, se halla un hombre de carne y hueso quien le dio el último golpe o machetazo que acabó con la vida del criminal. Ese hombre debería estar preso, por obviar el procedimiento legal que obligaba a denunciar primero al delincuente, y luego esperar el veredicto de un juez. Esa persona está en libertad, porque nos acostumbramos a tolerar esa clase de delitos en nuestras comunidades.
Sin embargo, nuestra Pachamama nunca es vengativa. Cada siglo la Naturaleza deja que el Hombre cave el hoyo de su propia tumba. La Madre Tierra observa como su ancestral hijo bastardo, se sigue perdiendo en el laberinto ecológico que construye a diario. La gracia de Gaia enseña a contemplar la vida dentro de una perspectiva conservacionista, que nos ayuda a ver el Mundo con un enfoque crítico, objetivo y humanista. Mientras más tonto seas, más amigos tendrás, conseguirás un mejor trabajo, un mayor sueldo y una irrefutable razón para existir. Hay muchas formas de ser un héroe, ya sea fumando tabaco, bebiendo cervezas, contando chistes obscenos o mirándote frente al espejo. Por eso ya nadie recuerda las grandes aventuras del Capitán Planeta y los planetarios.
Sin duda, que menos es más, y las horas de tortura china que implica decodificar ese mensaje. Por ejemplo, cuando te ofenden sin merecerlo en la calle, realmente a ti no te importa el significado de esas erráticas palabras, pero es el significante el que detona la bomba explosiva en la persona. Es nuestra mente, la que crea el abismo y obliga a responder al insulto con otra agresión verbal, porque necesitamos demostrar valor, coraje e ímpetu ante al resto de la gente, cuando lo que en realidad mostramos es debilidad, confusión y arrebato. La violencia genera más violencia para quienes se dejan violentar por la violencia. Simplemente debemos sentir lástima por las personas que se la pasan lanzando los mismos insultos que repite todo el mundo, para expresar enojo y malestar por una situación. Cualquier gesto, mirada o frase que le ofrezcamos en respuesta, sería suficiente para darles la razón y caer en la trampa del Diablo. Recuerda que ellos emulan a sus papás, vecinos y amigos, que les enseñaron a usar la violencia como la única forma de conseguir el somnífero respeto de los demás.
Prefiero presionarte el gatillo, que atentar contra los recursos naturales de Gaia. Nadie quiere lo verde todos quieren lo rojo, por eso hay tantos muertos en el violento asfalto de las calles latinoamericanas. ¡Al diablo con el planeta Tierra! Lo escuchaba vociferar segundos antes de su anónima desaparición, sin saber que llevaba un año muerto de conciencia. Pides la bendición y nos quedamos sin respuesta en una soleada tarde de domingo. Así comprendí lo fácil que era desquiciarse, y vaciar cartuchos en la pólvora de una bala perdida. Yo sé que usted es una persona distinta, porque continúa leyendo estas palabras, que relatan la aciaga historia por revelar. Cuando las personas están desesperadas, sacan a relucir el material que cubre a la supuesta ideología que predican. Son en esos pequeños grandes detalles donde se halla una luz de esperanza en la oscuridad venezolana. Es una gota de sabiduría, para despertar y autodescubrirnos. De hecho, sería mucho más honesto volvernos vegetarianos, adoptar a un niño de la calle y aprender a jugar piedra, papel y tijera.
La sagrada indiferencia de la colectividad, refleja un modus vivendi que no permite la entrada de la Educación Ambiental en las calles, en los colegios y en las oficinas del país. Al no haber respeto por los hábitats en los que todos convivimos, se crea un estado de tensa calma que explota en cualquier momento, reflejando la falta de sentido de pertenencia en la ciudadanía. Así, el libre albedrío de la gente se paga con todas las animaladas que cometen a diario, escudándose en la incuestionable ley de Murphy. Pero, es realmente triste que el entorno natural termine siendo las inocentes víctimas de las desgracias que enfrentamos, sobre todo, porque es cuestión de tiempo para que de nuevo se recargue el odio, el rencor y la sed de venganza, que talará el destino de todos...
[email protected]
ekologia.com.ve
Todos quieren lo fácil, lo rápido, lo simple. Les encanta obtener el mayor tesoro a cambio del menor sacrificio. Siempre buscando una excusa que justifique la estupidez. Nunca pensando en las consecuencias de sus actos. Algunos robotizan el alma en el Kamasutra del sábado por la noche. Otros se olvidan del pasado escribiendo un puñado de palabras. Vivimos del problema, de la confusión y de la enfermedad. La maldita adicción al dolor nos hace creer ciegamente en todo lo que no existe. Vamos malgastando las agujas del reloj, esperando que el mañana nos traiga la fortuna de algo nuevo por descubrir, pero jamás reconocemos los errores y debilidades del ayer, cuando el espejo se cruza en los andares del futuro.
Cuando no saben que hacer con sus vidas, se casan por la Iglesia. Cuando ya no saben que hacer con sus vidas, deciden tener cinco hijos. Y cuando ya no saben que más hacer con sus vidas, se divorcian el fin de semana. Luego se vuelven a casar, tienen más hijos y terminan otra vez divorciándose. Ellos nunca van a leer este artículo de opinión, porque no aprendieron a leer en retrospectiva. Prefieren tocar irracionalmente el claxon frente al semáforo, para que la ira gane la batalla en contra de la paciencia. Se desesperan por cualquier cosa que suceda. No soportan el silencio. Necesitan el ruido de un aire acondicionado, pegar un grito, subirle el volumen al televisor, escuchar el trinar de un pájaro enjaulado, prender la radio o lanzar una puerta. Cualquier artimaña psico-social que obligue a no pensar en la culpa que llevamos por dentro.
Un poco de suerte moral, los disparos de la balacera y un estado de full impunidad. Por ejemplo, cuando un ladrón de tu vecindario le roba la motocicleta a un joven sano y sin enemigos que vivía en tu comunidad, y luego lo mata de un tiro de gracia, lo más probable es que los vecinos tomen la justicia por su cuenta, para buscar y linchar al ladrón. Después los medios de comunicación y los cuerpos policiales, informan que los vecinos lincharon al delincuente y fin de la investigación. Pero, todos sabemos que entre los involucrados en el linchamiento, se halla un hombre de carne y hueso quien le dio el último golpe o machetazo que acabó con la vida del criminal. Ese hombre debería estar preso, por obviar el procedimiento legal que obligaba a denunciar primero al delincuente, y luego esperar el veredicto de un juez. Esa persona está en libertad, porque nos acostumbramos a tolerar esa clase de delitos en nuestras comunidades.
Sin embargo, nuestra Pachamama nunca es vengativa. Cada siglo la Naturaleza deja que el Hombre cave el hoyo de su propia tumba. La Madre Tierra observa como su ancestral hijo bastardo, se sigue perdiendo en el laberinto ecológico que construye a diario. La gracia de Gaia enseña a contemplar la vida dentro de una perspectiva conservacionista, que nos ayuda a ver el Mundo con un enfoque crítico, objetivo y humanista. Mientras más tonto seas, más amigos tendrás, conseguirás un mejor trabajo, un mayor sueldo y una irrefutable razón para existir. Hay muchas formas de ser un héroe, ya sea fumando tabaco, bebiendo cervezas, contando chistes obscenos o mirándote frente al espejo. Por eso ya nadie recuerda las grandes aventuras del Capitán Planeta y los planetarios.
Sin duda, que menos es más, y las horas de tortura china que implica decodificar ese mensaje. Por ejemplo, cuando te ofenden sin merecerlo en la calle, realmente a ti no te importa el significado de esas erráticas palabras, pero es el significante el que detona la bomba explosiva en la persona. Es nuestra mente, la que crea el abismo y obliga a responder al insulto con otra agresión verbal, porque necesitamos demostrar valor, coraje e ímpetu ante al resto de la gente, cuando lo que en realidad mostramos es debilidad, confusión y arrebato. La violencia genera más violencia para quienes se dejan violentar por la violencia. Simplemente debemos sentir lástima por las personas que se la pasan lanzando los mismos insultos que repite todo el mundo, para expresar enojo y malestar por una situación. Cualquier gesto, mirada o frase que le ofrezcamos en respuesta, sería suficiente para darles la razón y caer en la trampa del Diablo. Recuerda que ellos emulan a sus papás, vecinos y amigos, que les enseñaron a usar la violencia como la única forma de conseguir el somnífero respeto de los demás.
Prefiero presionarte el gatillo, que atentar contra los recursos naturales de Gaia. Nadie quiere lo verde todos quieren lo rojo, por eso hay tantos muertos en el violento asfalto de las calles latinoamericanas. ¡Al diablo con el planeta Tierra! Lo escuchaba vociferar segundos antes de su anónima desaparición, sin saber que llevaba un año muerto de conciencia. Pides la bendición y nos quedamos sin respuesta en una soleada tarde de domingo. Así comprendí lo fácil que era desquiciarse, y vaciar cartuchos en la pólvora de una bala perdida. Yo sé que usted es una persona distinta, porque continúa leyendo estas palabras, que relatan la aciaga historia por revelar. Cuando las personas están desesperadas, sacan a relucir el material que cubre a la supuesta ideología que predican. Son en esos pequeños grandes detalles donde se halla una luz de esperanza en la oscuridad venezolana. Es una gota de sabiduría, para despertar y autodescubrirnos. De hecho, sería mucho más honesto volvernos vegetarianos, adoptar a un niño de la calle y aprender a jugar piedra, papel y tijera.
La sagrada indiferencia de la colectividad, refleja un modus vivendi que no permite la entrada de la Educación Ambiental en las calles, en los colegios y en las oficinas del país. Al no haber respeto por los hábitats en los que todos convivimos, se crea un estado de tensa calma que explota en cualquier momento, reflejando la falta de sentido de pertenencia en la ciudadanía. Así, el libre albedrío de la gente se paga con todas las animaladas que cometen a diario, escudándose en la incuestionable ley de Murphy. Pero, es realmente triste que el entorno natural termine siendo las inocentes víctimas de las desgracias que enfrentamos, sobre todo, porque es cuestión de tiempo para que de nuevo se recargue el odio, el rencor y la sed de venganza, que talará el destino de todos...
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