EL CALVARIO DEL PUMA
Por Carlos Ruperto Fermín
Veía con lágrimas en los ojos, la expresión de dolor que mostraba el gran puma tras ser apedreado, humillado y asesinado por los malditos ignorantes, que lo cazaron en el estado venezolano de Sucre. Me preguntaba ¿Cuánto más se puede llegar a sufrir? ¿Cuánto más odio, impotencia y necesidad de venganza tiene que castigarnos las sienes? ¿Por qué la gente buena tiene que llenarse de malos sentimientos por culpa de la gente mala?
Llega un momento en que te vuelves emocionalmente estéril. Pierdes la capacidad de asombro. Es como cuando te quedas mirando el techo de tu casa o el azulado cielo mañanero, y de pronto sueltas un suspiro sin razón aparente, para esconder el grito de auxilio que debió replicarse en el entorno. Te acostumbras a la violencia, aceptando las consecuencias del simple hecho de aceptar la vida. El retrato a full color es lo suficientemente explícito. No creo que deba llenarme de un palabreo cargado de hostilidad, para que ustedes sientan la misma demoníaca sensación, que justo en este preciso instante, recorre mi cuerpo y mi mente.
“Yo estoy loco y no entiendo nada”. Fue lo que terminé diciendo y repitiendo una y mil veces dentro de mi cabeza, por la incredulidad que sentía en carne propia, mientras contemplaba la exagerada violencia sufrida por el animal. No hay duda que los pumas también lloran, desde la inmensidad de sus indomables serranías y llanuras. Dicen que el mar de lágrimas siempre puede romper las cadenas de la opresión, para no quedarse atrapado en el juego que juega con la ingenuidad de la bestia. Por eso digo que uno queda emocionalmente estéril, luego de comprar, disecar y vender la filosofía barata de un promiscuo desquiciado.
Cuando observamos a personas que se vanaglorian y se sienten orgullosas de apuñalar la vida de un indefenso ser vivo, solo podemos pensar en el alto grado de miseria espiritual, que asfixia el alma de esos fugaces cobardes. Lo siento, yo sé que insisto en demasía con la llamada "miseria espiritual", pero en esta oportunidad como en muchísimas otras situaciones cotidianas, solamente me compadezco por la gran miseria espiritual que coexiste en esa cuerda de desgraciados, quienes aniquilaron el rugir, la sonrisa y el destino de un inocente felino venezolano.
Debo reconocer que estaba esquivando los detalles de la fotografía, porque con apenas mirar de reojo los evidentes gestos de dolor que mostraba el puma sacrificado, hubiera sido capaz de apuntar, disparar y acribillar con 1000 cartuchos de insana felicidad, a esos descorazonados delincuentes orientales. Se nota que sufrió mucho el animalito. Vivió un calvario. No lo perdonaron. Como decimos los venezolanos, "le tiraron a matar", y bien que supieron cumplir con la hermosa idiosincrasia criolla, que se oculta en la supuesta inocencia de trompos, de perinolas y de yoyos.
El trofeo del puma muerto, me recordó al cóndor andino que asesinaron en Ecuador durante el año 2013, ya que ambos son símbolos de la biodiversidad autóctona latinoamericana, y también son víctimas de la infinita maldad que habita en los pueblos y lugareños del continente americano. Ellos los cazan, los mutilan y los comen, para cumplir con absurdas supersticiones, para recibir dinero ensangrentado, para satisfacer caprichos gastronómicos y para olvidar frustraciones personales. Jamás se arrepienten de cometer el crimen ecológico. Creen que asesinando el iris penetrante de un noble animal en agonía, conseguirán un premio para alzar los brazos, para subir la autoestima y para glorificar la típica irracionalidad deshumanizada.
Si bien las redes sociales, han permitido dar a conocer públicamente el delito cometido en contra de los animales, y así lograr ubicar, capturar y privar de libertad a los involucrados. Lamentablemente, sabemos que a diario mueren miles de animalitos en las selvas, bosques y campos rurales de nuestras ciudades, porque no tuvieron la fortuna de que sus funestos agresores, usaran la cámara del teléfono celular para tomarse una bellísima fotografía junto a la derrotada presa, y compartirla con premura a través de la Internet. El inconveniente ambiental no sólo abarca a los ejemplares de la fauna exótica, pues también incluye a ciervos, venados, culebras, sapos, gorriones, iguanas, conejos, cabras y cualquier otra especie que alimentará la enfermedad socio-cultural que enfrentamos a diario.
Así, va naciendo la resplandeciente impunidad, crece la desobediencia ciudadana y llegamos a lamentarnos por la falta de Educación Ambiental en los colegios, por el libertinaje que existe en los traficados ecosistemas, y por la ausencia de buena fe en el seno de la colectividad. No respetamos la vida de un animal, porque tampoco respetamos nuestra propia vida. Somos la ardiente llama de una maquiavélica calavera, que se disfraza de un dulce corderito en la pacífica pradera. Sacamos a relucir los llamados “bajos instintos”, que realmente se hallan colgando en lo más alto de la cornisa.
Si bien las redes sociales, han permitido dar a conocer públicamente el delito cometido en contra de los animales, y así lograr ubicar, capturar y privar de libertad a los involucrados. Lamentablemente, sabemos que a diario mueren miles de animalitos en las selvas, bosques y campos rurales de nuestras ciudades, porque no tuvieron la fortuna de que sus funestos agresores, usaran la cámara del teléfono celular para tomarse una bellísima fotografía junto a la derrotada presa, y compartirla con premura a través de la Internet. El inconveniente ambiental no sólo abarca a los ejemplares de la fauna exótica, pues también incluye a ciervos, venados, culebras, sapos, gorriones, iguanas, conejos, cabras y cualquier otra especie que alimentará la enfermedad socio-cultural que enfrentamos a diario.
Así, va naciendo la resplandeciente impunidad, crece la desobediencia ciudadana y llegamos a lamentarnos por la falta de Educación Ambiental en los colegios, por el libertinaje que existe en los traficados ecosistemas, y por la ausencia de buena fe en el seno de la colectividad. No respetamos la vida de un animal, porque tampoco respetamos nuestra propia vida. Somos la ardiente llama de una maquiavélica calavera, que se disfraza de un dulce corderito en la pacífica pradera. Sacamos a relucir los llamados “bajos instintos”, que realmente se hallan colgando en lo más alto de la cornisa.
No puedo perder mi fe en la Humanidad, porque hace más de una década que la perdí, y siendo sincero, no me gustó perderla en absoluto. Por suerte, yo tengo la posibilidad de elegir mis amistades, mis amores y mi futuro. Sin embargo, vemos que el Puma, el Cóndor Andino, la Vaquita Marina, el Oso Frontino, el Guacamayo Verde Mayor, el Tapir Amazónico, la Tortuga Carey, el Mono Araña, el Tucán, el Armadillo Gigante, el Lobo Marino y demás especies de nuestra exuberante fauna, se encuentran al borde de la extinción global, por la NO misericordia del peor enemigo que extermina sus efímeras vidas.
Dicen que ese infernal enemigo, es el animal más peligroso, más sangriento y más carnívoro que yace alrededor del planeta Tierra. Aseguran que no tiene piedad por nada ni nadie. No sé si usted lo conoce, pero lo llaman el Homo Sapiens.
En caso que lo conozca, por favor ¡DENÚNCIELO!
......................................................................
[email protected]
ekologia.com.ve