LA IMPUNIDAD DEL ECOCIDIO EN VENEZUELA
Por Carlos Fermín
Sin duda, ya es una costumbre observar los altos índices de violencia que padece toda la región latinoamericana. Se destruye la razón de la sociedad civil y construyen un mar de sangre que ampara el caos urbano. Pero, cuando en las protestas de calle se utilizan los sagrados recursos de la Naturaleza, para generar un clima de hostilidad en la ciudadanía, se establece un irreparable daño ambiental en el que pagan justos por pecadores.
Precisamente, en Venezuela los árboles se convirtieron en las inocentes víctimas de un conflicto socio-político, que demuestra la falta de conciencia ecológica en gran parte de la población. Entre febrero y marzo del 2014, se han talado y quemado más de 1000 árboles de la exuberante geografía venezolana, para ser empleados como parte de las barricadas que impiden el paso de unidades vehiculares (carros, autobuses, motocicletas), y así lograr un supuesto cambio positivo en el país. Con hachas y motosierras en mano, los delincuentes talaron la vida de especies de árboles patrimoniales, como: cedros, cujíes, jabillos, robles, semerucos, leucaenas, bucares, mangos y cebiles. Se viene aniquilando la riqueza autóctona de los árboles, que aunque simbolizan el legado cultural de la nación, se transformaron en el cerco mediático para producir subversión en las principales calles, avenidas y aceras venezolanas.
Ese impacto ambiental negativo, deja entrever la ausencia del sentido conservacionista en los ciudadanos, quienes han asumido una actitud pasiva al permitir la tala indiscriminada de árboles, sin pensar en las consecuencias que conlleva la deforestación masiva de áreas verdes. El estado de full impunidad en Venezuela, crea un grave desequilibrio en la salud de los ecosistemas, que tarde o temprano, se pagará con la llegada de desastres naturales a la nación caribeña. La irracionalidad de los venezolanos, les hizo olvidar todas las genuinas bondades que ofrecen los árboles, como mitigar el calor, purificar el aire, embellecer los espacios públicos y mejorar nuestra relación con el entorno.
Sin embargo, en un país que carece de Educación Ambiental en las calles, oficinas y colegios del país, resulta más fácil apoderarse de troncos y ramas que obstaculicen el tráfico vehicular, y saquen a relucir todo el enojo que llevan por dentro sus habitantes. En Venezuela, los opositores al gobierno revolucionario tumban árboles para intentar tumbar al régimen, sin saber que están cavando el hoyo se sus propias tumbas. El árbol fue politizado para derrumbar el espíritu ecológico de quienes se parten el lomo buscando que la gente se atreva a descubrir la magia que atesora la Pachamama. Ahora, la obtención ilegal de madera es una moda, un pasatiempo y una forma de alentar la estupidez que mueve los cimientos de la colectividad venezolana.
Lo más triste, es que los criminales asalariados por el Imperio, no sólo han deforestado las principales ciudades del país, sino que se aliaron con la ignorancia del pueblo, para convertir las barricadas de la ultraderecha en un trágico ecocidio por vislumbrar. Lo afirmamos, pues aparte de talar una gran cantidad de árboles centenarios, también se queman llantas de automóviles y se lanzan toneladas de desechos sólidos, junto a escombros y aparatos eléctricos dañados, que incluyen televisores, lavadoras, estufas y compresores. Luego la basura y los equipos inservibles son incinerados en plena vía pública, lo que contamina gravemente el aire de las regiones venezolanas. Incluso, se asesinaron a perros y gatos que usaron como barrera de contención en las protestas de calle.
Por ejemplo, en la ciudad de Maracaibo se talaron más de 500 árboles para atiborrar de troncos las avenidas y circunvalaciones más transitadas por los marabinos, siguiendo con el alarmante quebranto del entorno citadino. El estado Zulia fue la región más deforestada en Venezuela a causa de las injustificadas manifestaciones de calle. Lo inaudito, es que la cifra en progresivo aumento ya superó los 750 árboles derrumbados, por lo que Maracaibo se declaró en emergencia ambiental debido a la magnitud del peor ecocidio registrado en los últimos 10 años.
Recordemos que Maracaibo es una ciudad muy calurosa, donde la sensación térmica alcanzó los 50 grados centígrados en septiembre del 2013. Es frecuente observar a los zulianos agobiados e incómodos por la ola de calor que genera excesiva sudoración, y los mantiene predispuestos a perder el control en sus actividades cotidianas. Lo preocupante, es que el abuso de talar y quemar cientos de árboles, podría acarrear mayores niveles de sequía, desertificación y una negativa variación del clima de cara al futuro del estado Zulia.
A su vez, cuando lleguen las caóticas épocas de lluvia, se intensificarán las inundaciones y los deslaves, ocasionando un problema sanitario para las familias que habitan en zonas rurales y urbanas, al no existir arboledas que eviten la acumulación de agua en tierra firme. Es consabido que los marabinos lanzan la basura doméstica en las principales cañadas del municipio Maracaibo, por lo que la alteración drástica de las condiciones ambientales, terminará colapsando de forma irremediable al entorno que albergan.
Precisamente, en Venezuela los árboles se convirtieron en las inocentes víctimas de un conflicto socio-político, que demuestra la falta de conciencia ecológica en gran parte de la población. Entre febrero y marzo del 2014, se han talado y quemado más de 1000 árboles de la exuberante geografía venezolana, para ser empleados como parte de las barricadas que impiden el paso de unidades vehiculares (carros, autobuses, motocicletas), y así lograr un supuesto cambio positivo en el país. Con hachas y motosierras en mano, los delincuentes talaron la vida de especies de árboles patrimoniales, como: cedros, cujíes, jabillos, robles, semerucos, leucaenas, bucares, mangos y cebiles. Se viene aniquilando la riqueza autóctona de los árboles, que aunque simbolizan el legado cultural de la nación, se transformaron en el cerco mediático para producir subversión en las principales calles, avenidas y aceras venezolanas.
Ese impacto ambiental negativo, deja entrever la ausencia del sentido conservacionista en los ciudadanos, quienes han asumido una actitud pasiva al permitir la tala indiscriminada de árboles, sin pensar en las consecuencias que conlleva la deforestación masiva de áreas verdes. El estado de full impunidad en Venezuela, crea un grave desequilibrio en la salud de los ecosistemas, que tarde o temprano, se pagará con la llegada de desastres naturales a la nación caribeña. La irracionalidad de los venezolanos, les hizo olvidar todas las genuinas bondades que ofrecen los árboles, como mitigar el calor, purificar el aire, embellecer los espacios públicos y mejorar nuestra relación con el entorno.
Sin embargo, en un país que carece de Educación Ambiental en las calles, oficinas y colegios del país, resulta más fácil apoderarse de troncos y ramas que obstaculicen el tráfico vehicular, y saquen a relucir todo el enojo que llevan por dentro sus habitantes. En Venezuela, los opositores al gobierno revolucionario tumban árboles para intentar tumbar al régimen, sin saber que están cavando el hoyo se sus propias tumbas. El árbol fue politizado para derrumbar el espíritu ecológico de quienes se parten el lomo buscando que la gente se atreva a descubrir la magia que atesora la Pachamama. Ahora, la obtención ilegal de madera es una moda, un pasatiempo y una forma de alentar la estupidez que mueve los cimientos de la colectividad venezolana.
Lo más triste, es que los criminales asalariados por el Imperio, no sólo han deforestado las principales ciudades del país, sino que se aliaron con la ignorancia del pueblo, para convertir las barricadas de la ultraderecha en un trágico ecocidio por vislumbrar. Lo afirmamos, pues aparte de talar una gran cantidad de árboles centenarios, también se queman llantas de automóviles y se lanzan toneladas de desechos sólidos, junto a escombros y aparatos eléctricos dañados, que incluyen televisores, lavadoras, estufas y compresores. Luego la basura y los equipos inservibles son incinerados en plena vía pública, lo que contamina gravemente el aire de las regiones venezolanas. Incluso, se asesinaron a perros y gatos que usaron como barrera de contención en las protestas de calle.
Por ejemplo, en la ciudad de Maracaibo se talaron más de 500 árboles para atiborrar de troncos las avenidas y circunvalaciones más transitadas por los marabinos, siguiendo con el alarmante quebranto del entorno citadino. El estado Zulia fue la región más deforestada en Venezuela a causa de las injustificadas manifestaciones de calle. Lo inaudito, es que la cifra en progresivo aumento ya superó los 750 árboles derrumbados, por lo que Maracaibo se declaró en emergencia ambiental debido a la magnitud del peor ecocidio registrado en los últimos 10 años.
Recordemos que Maracaibo es una ciudad muy calurosa, donde la sensación térmica alcanzó los 50 grados centígrados en septiembre del 2013. Es frecuente observar a los zulianos agobiados e incómodos por la ola de calor que genera excesiva sudoración, y los mantiene predispuestos a perder el control en sus actividades cotidianas. Lo preocupante, es que el abuso de talar y quemar cientos de árboles, podría acarrear mayores niveles de sequía, desertificación y una negativa variación del clima de cara al futuro del estado Zulia.
A su vez, cuando lleguen las caóticas épocas de lluvia, se intensificarán las inundaciones y los deslaves, ocasionando un problema sanitario para las familias que habitan en zonas rurales y urbanas, al no existir arboledas que eviten la acumulación de agua en tierra firme. Es consabido que los marabinos lanzan la basura doméstica en las principales cañadas del municipio Maracaibo, por lo que la alteración drástica de las condiciones ambientales, terminará colapsando de forma irremediable al entorno que albergan.
Es injusto que la flora y fauna venezolana sean el eje de ataques belicistas para quienes viven ciegos en la oscuridad de la violencia. La vergonzosa tala de árboles se repitió en Distrito Capital, Nueva Esparta, Carabobo, Táchira, Sucre, Anzoátegui y en los demás estados de Venezuela. Se talaron y quemaron árboles por doquier, siendo un incontrolable flagelo que produce malestar generalizado. Tales atropellos ambientales, dejan un gran signo de interrogación en el destino ecológico de la población venezolana.
Cabe destacar, que las manifestaciones pseudo-pacíficas que violentan al Medio Ambiente, fueron auspiciadas por la masa estudiantil opositora al gobierno, que es fuertemente manipulada a imagen y semejanza del Tío Sam, para que no sientan remordimiento de atentar en contra de la Naturaleza. Si los muchachos no tienen el chip conservacionista integrado en sus arquetipos, es por la falta de una verdadera Educación Ambiental en las escuelas venezolanas, que los hace caer con facilidad en la trampa del Diablo, y refleja con claridad la indiferencia que afecta al resto de la población.
En paralelo, los medios de comunicación privados agudizaron la crisis ambiental, al NO informar con premura la insaciable tala de árboles que se observaba en el país. Además, han incitado a la violencia ciudadana, mediante noticias tergiversadas que crean zozobra en los televidentes, buscando que no se atrevan a denunciar el ultraje ambiental provocado. A su vez, los medios extranjeros se encargan de desinfomar a la comunidad internacional, gracias a los reiterativos noticieros del terror en los que nunca hay tiempo para que las cámaras, las luces y los micrófonos, enfoquen en detalle el instante cuando suceden los ecocidios.
Parece que en Venezuela los árboles se arrancan de raíz, para jamás ver la raíz del problema socio-cultural que vive la colectividad. No podemos ser tan simplistas para pensar que el extremo deterioro ambiental, se revierte sembrando unas cuantas semillas agridulces en los suelos del tricolor patrio. Pese a ello, nos preguntamos ¿Qué ganan los delincuentes talando árboles a diestra y siniestra? Pues la verdad, existen seres inescrupulosos que atrapan mucho dinero destruyendo los ecosistemas venezolanos. En un par de meses, los árboles se convirtieron en una mercancía tarifada, que enluta a la gran casa de Bolívar. Dependiendo a la ciudad en que vivas, a la urgencia del pedido y al ancho de la calle, te venden un tronco más grande o más pequeño, que utilizan para obstaculizar la carretera. Incluso, ofrecen el servicio de trasladar el tronco del árbol desde el jardín, parque o plaza donde fue talado, hasta la zona callejera en que será estratégicamente posicionado por los criminales.
Al no haber respeto por los hábitats en los que todos convivimos, se crea un estado de tensa calma que explota en cualquier momento, visualizando la ausencia de sentido de pertenencia en la ciudadanía. Si bien las iniciativas ecológicas venezolanas y los organismos públicos, como la Fiscalía General de la República, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio del Ambiente, la Misión árbol y la Misión Nevado, han prometido emprender una investigación por las irregularidades ambientales, todos sabemos que los criminales nunca serán enjuiciados por el ecocidio. Muchos creen ridículo abrirle un proceso judicial, o meter presa a una persona por talar un árbol. Se olvidan que los árboles son seres vivos que también forman parte de la gran biodiversidad del planeta Tierra, y deben ser protegidos de la mano irracional del Hombre.
Cabe destacar, que las manifestaciones pseudo-pacíficas que violentan al Medio Ambiente, fueron auspiciadas por la masa estudiantil opositora al gobierno, que es fuertemente manipulada a imagen y semejanza del Tío Sam, para que no sientan remordimiento de atentar en contra de la Naturaleza. Si los muchachos no tienen el chip conservacionista integrado en sus arquetipos, es por la falta de una verdadera Educación Ambiental en las escuelas venezolanas, que los hace caer con facilidad en la trampa del Diablo, y refleja con claridad la indiferencia que afecta al resto de la población.
En paralelo, los medios de comunicación privados agudizaron la crisis ambiental, al NO informar con premura la insaciable tala de árboles que se observaba en el país. Además, han incitado a la violencia ciudadana, mediante noticias tergiversadas que crean zozobra en los televidentes, buscando que no se atrevan a denunciar el ultraje ambiental provocado. A su vez, los medios extranjeros se encargan de desinfomar a la comunidad internacional, gracias a los reiterativos noticieros del terror en los que nunca hay tiempo para que las cámaras, las luces y los micrófonos, enfoquen en detalle el instante cuando suceden los ecocidios.
Parece que en Venezuela los árboles se arrancan de raíz, para jamás ver la raíz del problema socio-cultural que vive la colectividad. No podemos ser tan simplistas para pensar que el extremo deterioro ambiental, se revierte sembrando unas cuantas semillas agridulces en los suelos del tricolor patrio. Pese a ello, nos preguntamos ¿Qué ganan los delincuentes talando árboles a diestra y siniestra? Pues la verdad, existen seres inescrupulosos que atrapan mucho dinero destruyendo los ecosistemas venezolanos. En un par de meses, los árboles se convirtieron en una mercancía tarifada, que enluta a la gran casa de Bolívar. Dependiendo a la ciudad en que vivas, a la urgencia del pedido y al ancho de la calle, te venden un tronco más grande o más pequeño, que utilizan para obstaculizar la carretera. Incluso, ofrecen el servicio de trasladar el tronco del árbol desde el jardín, parque o plaza donde fue talado, hasta la zona callejera en que será estratégicamente posicionado por los criminales.
Al no haber respeto por los hábitats en los que todos convivimos, se crea un estado de tensa calma que explota en cualquier momento, visualizando la ausencia de sentido de pertenencia en la ciudadanía. Si bien las iniciativas ecológicas venezolanas y los organismos públicos, como la Fiscalía General de la República, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio del Ambiente, la Misión árbol y la Misión Nevado, han prometido emprender una investigación por las irregularidades ambientales, todos sabemos que los criminales nunca serán enjuiciados por el ecocidio. Muchos creen ridículo abrirle un proceso judicial, o meter presa a una persona por talar un árbol. Se olvidan que los árboles son seres vivos que también forman parte de la gran biodiversidad del planeta Tierra, y deben ser protegidos de la mano irracional del Hombre.
Por eso, cuando surgen los típicos problemas sociales que viven los países de América Latina, se aprecia que los individuos no tienen el suficiente discernimiento para comprender que talar árboles, quemar cauchos o maltratar a los animales, son delitos ambientales penados por leyes vigentes en sus respectivas naciones. En ese contexto, los malhechores no temen dedicarse a destruir los entornos naturales, pues se aprovechan de la inacción judicial que jamás los lleva a cumplir condena en la cárcel, por los crímenes que hayan cometido. Es el estado de full impunidad que comentábamos en párrafos anteriores, y que fue claramente palpable en la territorialidad de Venezuela.
Allí, los llamados “guarinberos” talan miles de indefensos árboles, porque sienten que es una vía gratuita, rápida y práctica de trancar las calles, sin gastar un centavo ni recibir castigos. Para esa clase de depredadores, los árboles son la presa fácil del macabro juego político al que pertenecen. De hecho, son tan cobardes que han golpeado, torturado y matado a personas de buen juicio, que intentaron rescatar los troncos y las ramas de los árboles derrumbados. Pero, en una nación tan politizada como Venezuela, los problemas ecológicos son menospreciados por la sociedad civil, sin saber que toda la locura social que enfrentan a diario, es el espejo de la apatía ambiental que denotan sus habitantes.
Nuevamente nos preguntamos ¿Por qué los opositores no salen a protestar en contra de las Corridas de Toros, por la contaminación del Lago de Maracaibo o por los niños que deambulan en el asfalto? Para un gran número de venezolanos, esa realidad no existe, no importa, no vale nada. Es más divertido pasar el tiempo ofendiendo al prójimo, en absurdas confrontaciones políticas que nunca terminan por generar una atmósfera de tolerancia en el país. Así, vamos olvidando la gracia de salvaguardar al Medio Ambiente que nos ayuda a realizar las actividades laborales, académicas y hogareñas.
Hasta la fecha, no han detenido ni siquiera a un ciudadano venezolano por la tala indiscriminada de árboles. Y eso que en Venezuela contamos con un marco legal consagrado en la Ley Orgánica del Ambiente, en la Ley de Bosques y Gestión Forestal y en la Ley penal del Ambiente, que sanciona con el pago de unidades tributarias o hasta con la privación de libertad a quienes pongan en riesgo la vegetación y los recursos naturales del país. No obstante, la tala de más de 1000 árboles patrimoniales sigue quedando impune, sin considerar que en las redes sociales hay una serie de fotos y videos explícitos donde aparecen los rostros de los criminales talando los árboles, lo que pudiera ayudar a la captura inmediata de los culpables. Pero por desgracia, los cuerpos policiales no se deciden a castigar el delito in fraganti durante las rondas de patrullaje, porque tampoco son conscientes de la destrucción ambiental que implica deforestar con vileza los territorios.
Es paradójico observar como en muchas protestas de calle que ocurren a escala global, todos gritan rebuscadas consignas de guerra, insultan a los peatones circundantes y obligan a que los policías se marchen de la zona sin acabar con la violenta protesta. Pero cuando la pacífica lluvia cae por obra de la Naturaleza, todos los protestantes se olvidan de los disturbios para no mojarse, y se van del lugar sin derramar una gota de sangre bajo el cielo. La misma situación se evidencia con los árboles. Ellos no están planificando una venganza en contra de los Seres Humanos. Simplemente nos demuestran el rumbo equivocado que transita el Mundo, al corromper la nobleza que atesora el Medio Ambiente. No hay necesidad de golpes, insultos y muertes para entender el significado real de la vida.
Ojalá y los venezolanos comprendan que la Pachamama no tiene la culpa de los inconvenientes sociales que confrontan en sus ciudades. El capricho de talar árboles para demostrar enojo por disyuntivas políticas, tan sólo incrementa la agresividad que empieza a apoderarse de la mente colectiva de Venezuela. Es mejor asumir el rol conservacionista a favor del planeta Tierra, impulsando la Cultura del Reciclaje, la Eficiencia Energética y el uso racional del agua potable. A medida que seamos personas con una mayor conciencia ambiental, la violencia será cosa del pasado, y el activismo ecológico sin distingo de razas, credos y banderas, será el futuro por recorrer para toda la ciudadanía.
FICHA TÉCNICA DEL AUTOR
Allí, los llamados “guarinberos” talan miles de indefensos árboles, porque sienten que es una vía gratuita, rápida y práctica de trancar las calles, sin gastar un centavo ni recibir castigos. Para esa clase de depredadores, los árboles son la presa fácil del macabro juego político al que pertenecen. De hecho, son tan cobardes que han golpeado, torturado y matado a personas de buen juicio, que intentaron rescatar los troncos y las ramas de los árboles derrumbados. Pero, en una nación tan politizada como Venezuela, los problemas ecológicos son menospreciados por la sociedad civil, sin saber que toda la locura social que enfrentan a diario, es el espejo de la apatía ambiental que denotan sus habitantes.
Nuevamente nos preguntamos ¿Por qué los opositores no salen a protestar en contra de las Corridas de Toros, por la contaminación del Lago de Maracaibo o por los niños que deambulan en el asfalto? Para un gran número de venezolanos, esa realidad no existe, no importa, no vale nada. Es más divertido pasar el tiempo ofendiendo al prójimo, en absurdas confrontaciones políticas que nunca terminan por generar una atmósfera de tolerancia en el país. Así, vamos olvidando la gracia de salvaguardar al Medio Ambiente que nos ayuda a realizar las actividades laborales, académicas y hogareñas.
Hasta la fecha, no han detenido ni siquiera a un ciudadano venezolano por la tala indiscriminada de árboles. Y eso que en Venezuela contamos con un marco legal consagrado en la Ley Orgánica del Ambiente, en la Ley de Bosques y Gestión Forestal y en la Ley penal del Ambiente, que sanciona con el pago de unidades tributarias o hasta con la privación de libertad a quienes pongan en riesgo la vegetación y los recursos naturales del país. No obstante, la tala de más de 1000 árboles patrimoniales sigue quedando impune, sin considerar que en las redes sociales hay una serie de fotos y videos explícitos donde aparecen los rostros de los criminales talando los árboles, lo que pudiera ayudar a la captura inmediata de los culpables. Pero por desgracia, los cuerpos policiales no se deciden a castigar el delito in fraganti durante las rondas de patrullaje, porque tampoco son conscientes de la destrucción ambiental que implica deforestar con vileza los territorios.
Es paradójico observar como en muchas protestas de calle que ocurren a escala global, todos gritan rebuscadas consignas de guerra, insultan a los peatones circundantes y obligan a que los policías se marchen de la zona sin acabar con la violenta protesta. Pero cuando la pacífica lluvia cae por obra de la Naturaleza, todos los protestantes se olvidan de los disturbios para no mojarse, y se van del lugar sin derramar una gota de sangre bajo el cielo. La misma situación se evidencia con los árboles. Ellos no están planificando una venganza en contra de los Seres Humanos. Simplemente nos demuestran el rumbo equivocado que transita el Mundo, al corromper la nobleza que atesora el Medio Ambiente. No hay necesidad de golpes, insultos y muertes para entender el significado real de la vida.
Ojalá y los venezolanos comprendan que la Pachamama no tiene la culpa de los inconvenientes sociales que confrontan en sus ciudades. El capricho de talar árboles para demostrar enojo por disyuntivas políticas, tan sólo incrementa la agresividad que empieza a apoderarse de la mente colectiva de Venezuela. Es mejor asumir el rol conservacionista a favor del planeta Tierra, impulsando la Cultura del Reciclaje, la Eficiencia Energética y el uso racional del agua potable. A medida que seamos personas con una mayor conciencia ambiental, la violencia será cosa del pasado, y el activismo ecológico sin distingo de razas, credos y banderas, será el futuro por recorrer para toda la ciudadanía.
FICHA TÉCNICA DEL AUTOR
Licenciado en Comunicación Social, mención Periodismo Impreso
[email protected]
http://ekologia.com.ve/
Maracaibo, estado Zulia, Venezuela
2014
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2014